Bienvenidos

"Educar... hermosa palabra que algunos utilizan para instruir al rebaño y que pocos utilizan para inspirar"


4/3/08

Un dedo roto

Con dolor y un dejo de desazón se dejó caer al suelo. Con el dedo roto en la boca, lamiéndose la sangre, dijo: ¡Definitivamente no es este mi día, no es esta la vida mía!

Los pechos de Teresa (Tributo a Narciso y Golmundo, Herman Hesse, 1930)

Y estando ella sentada cual niña escurridiza sobre sus rodillas, dejóse arrancar de un manotón el camisón azul. Sus pechos, como dos denarios relucientes, brillaron entre la espesa oscuridad del cuarto, tostados y apetecibles a los ojos de Renato. ¿Era posible condenar el alma ante semejante aberración?, ¿era posible castigarse, y de entre todas las formas posibles, escoger esa, tan pasmosa y cruel a la vez?, ¿nunca hubo tiempo acaso, para detener sus propias miradas inquiridoras? Renato sentía que el descontrolado apetito por su propia descendencia era contranatural, aún así, los pechos cafés de Teresa lo contemplaban estáticos en ese negro cuarto, invitándolo a una provocativa tertulia nocturna. Teresa yacía inmóvil sobre su regazo, mas no indiferente, pues la novicia, al igual que él, sentía deseos de holocausto erótico. Y fue entonces cuando Renato, haciendo callar antes a Dios Padre, se inclinó aceptando dicha invitación sobre uno de los pechos de Teresa, pechos no formados aún, simples bosquejos. La boca de Renato posóse sobre uno de ellos sin despegarse como lengua sobre hielo y con una de sus manos sostenía el firme pecho mientras lo besaba y la otra, tan demente como la primera, la sostenía a ella de sus anchas caderas, rozando con poca frecuencia al comienzo y sin pudor, el fin de su vientre. Largo rato contempló su cuerpo inerte sobre las sábanas cuando ya Renato hubo quitado el camisón por completo y todo lo demás a Teresa. Tal era la belleza de sus pechos que hubiese deseado arrancárselos de un sablazo esa noche y disecarlos. Caídos y al mismo tiempo altivos permanecieron en continuo diálogo Renato y los pechos de Teresa. En asidua disputa intentaban hacer predominar el propio monólogo. Renato pegado a ellos, los correteaba con besos y los asfixiaba con un luminoso hablar, enrojeciéndolos. Y ambos pechos planeaban cómo embobar a Renato fingiendo estar heridos y desangrados, pero dispuestos a la batalla de ese holocausto, a la resistencia, como si su vigor fuese renovable pese al cansancio. La mozuela permanecía callada y sin musitar, y en los interludios para animarlo, se dedicaba a verle parado de cabeza completamente extasiado.

12/1/08

Blanca la Solitaria II

Bajo un paraguas negro, Blanca la Solitaria corrió bajo la lluvia chapoteando y sin preocuparse del vestido de hojas que llevaba. No había tiempo para eso. Había recibido una pésima noticia que seguramente le incomodaría por algún tiempo. Corrió cual niña ligera por las avenidas inundadas al compás del vuelo de los cuervos, que como siempre intentaban buscar una buena conversación a los transeúntes. Habiendo llegado a casa, lanzó el paraguas en el jardín lo más lejos que pudo y entró. Cerrada la puerta, la protegió con su espalda y en voz baja le oí decir: Debemos huir.

5/1/08

Blanca la Solitaria

Cuando Blanca la Solitaria le pidió a su masculina madre que describiera su más remota infancia, ésta, titubeó demasiado antes de responder en plena cena. Era una pregunta fuera de los temas recurrentes en esas situaciones; se permitía hablar de cómo preparar las zanahorias en la olla o qué endulzantes para diabéticos no se volvían amargos después de medianoche, pero jamás, jamás se hablaba del pasado. Aún así su madre respondió vagamente. La describió como una niña extremadamente pálida, salvo cuando se avergonzaba de los únicos cuatro cabellos negros sobre su cabeza, que desde recién arrojada al mundo había tenido. Sus abuelos y tíos creyeron que con el tiempo crecerían muchos más como era de esperar, pero sin duda eso jamás ocurrió. A los seis fue una niña inquieta y sociable como cualquier otro niño, excepto que jamás tocaba lo que le causaba curiosidad, dedicándose días completos a observar con las manos tomadas y en silencio lo que llamaba su atención, como si esperase alguna clase de respuesta de objetos inmóviles que jamás le hablarían.

La acomplejaban sus cuatro cabellos delgados y sin gracia, tanto como para encerrarse tardes enteras en su cuarto a probarse frente al espejo cuanta peluca encontrara y que pareciese resaltar su belleza, por inexistente que fuese. Así transcurrió una infancia difícil de recordar y al mismo tiempo muy desagradable. Una noche, terminado el plato de sesos que cada martes preparaba su abuela materna, se dirigió al baño conteniendo a tiempo un vómito verde y sin ninguna clase de olor que finalmente lanzó al retrete. Acabó por limpiar su nariz, su boca y dejar todo en orden. Enseguida se dirigió a su cuarto, se sentó sobre la silla de dos patas y con la mejor navaja que tenía cortó las venas más importantes del cuello y sus muñecas. Vació toda su sangre a un frasco sin olvidar una sola gota. Pensó de inmediato que ahora sería imposible avergonzarse cada vez que se burlaran de sus cuatro cabellos negros, de su delgadez, de su baja estatura y su nariz respingada.

Pálida y sin sangre, tomó una sábana blanca de su alcoba y se cubrió por completo abrazando aún el recipiente que contenía su sangre caliente. Se levantó, abrió la puerta de su cuarto, avanzó por el corredor hasta la puerta principal de su casa y allí se despidió impertérrita de la familia, cerró la puerta y todos en la mesa se miraron unos a otros consternados por aquel escenario, hasta que la abuela de Blanca la Solitaria preguntó si la cena del día siguiente sería lengua de vaca o piel de cerdo.

10/12/07

Mi caricatura


Dos de la tarde y se encontraba completamente sola. Tres de la tarde, aún sola. Cuatro y un cuarto sin mayores problemas, salvo una quejumbrosa llamada, una limosna arrojada a sus pies y tres lágrimas que sequé con mi propia mano. ¿Qué sucede solitaria? Nada ¿Qué ocurre chica de labios carnosos? Nada, disfruto de la vida siendo huérfana. ¿Todos ellos aún creen en Dioses? ¿Aún se rigen por Leyes? ¿Aún no arrojan a sus padres por aquel barranco?

Mi pobre caricatura despavorida huyó por las calles del barrio consumido por las hordas tribales. Quemó demasiados cigarrillos como para dejar de jadear mientras corría, escabulléndose entre las avenidas. Según ella, era una verdadera lástima correr para no perder sus zapatillas baratas o su teléfono usado a manos de cientos de hombres pintarrajeados. Corrió y corrió quizás no por miedo a perder en dos segundos la ropa, sino por lo que en ese momento le reveló su propio Apocalipsis.

Bocinas y escupitajos en la acera, su antiguo barrio, sus amargos recuerdos, las casas pequeñas, entretención de baja categoría. Huyó de sus revelaciones, de la mediocridad de bajos sueldos, de la infelicidad, infelicidad no por reducidas oportunidades, sino por faltas de respeto a sí mismos. El machismo anticuado la espantó, mujeres con criaturas colgando, hombres en cada esquina, botillerías atestadas, luces navideñas falsas, reuniones vecinales para aniquilar los pensamientos que carcomen el alma y condenan la desidia, casas desmoronándose, dibujos indescifrables en los muros, proyectos de vida secos antes de nacer, voluntades descosidas, mujeres cocinando, hombres bebiendo, gentío con bolsas sobrepasadas, ambiciones arrugadas, manos dañadas por el desuso, pandemias de decadencia, brazos deformes, locuras cuerdas, niños cochinillos, espíritus sin recorrer, soberbia amortajada, cesantía, mala fe, desocupación, crepúsculo depresivo, animales de zoológico, orgullos trizados intencionalmente.

Mi caricatura huyó por las calles del barrio temerosa de un mundo fuera del pupitre y apenas me di cuenta corrí presuroso tras ella por toda la ciudad. Mi caricatura jadeaba quitando sus lágrimas sintiéndose sucia y harapienta. Corría evitando tocar a los otros, susurrando imperceptiblemente cuánto deseaba observar, crear y dar vida, cuánto les temía a todos ellos. Corrió tan deprisa que ni siquiera pude invitarle otro cigarrillo suelto, vencido, amargo y light que comprábamos donde siempre.

Se detuvo de pronto cabizbaja bajo un semáforo y me senté a su lado, la besé cerca de la boca, escribí algo para ella improvisadamente, la miré fijando mi vista en sus labios y le canté:

Oh solitaria de piernas
entumecidas bajo el farol:
Abre aún más los ojos de
tu pecho ante tan patético
horror, la dulce modorra del
sin-sentido, del absurdo.

Cenas aguadas, música marchita, siestas, psiquiatras, hambre de todo saciada a los veinte, frío, sádicos, Casa de Muñecas de Ibsen, nada mejor, vidrios rotos, ¡Ambición estrangulada! ¡Ambición estrangulada! ¡Ambición estrangulada!

La perseguí empapado en sudor una inusual tarde de diciembre, vociferando palabras de sosiego y tranquilidad a lo lejos, mientras ella se veía a sí misma hedionda y empolvada. Grité por toda la ciudad hasta que pálida y canija la encontré destruyendo todo a su paso, encontrándose cara a cara con lo que evitaba tocar, con rostros deformes y alientos leprosos. Corrió a su refugio, corrió, corrió, corrió y corrió hasta su casa, hasta tu casa, hasta el teléfono, hasta tu casa, hasta el teléfono, hasta tu cara, hasta tu cama. En ella recostada y algo más tranquila, la abracé acariciando su espalda y besándole el cuello. Su jadeo poco a poco disminuyó y ninguno de los dos mencionó una sola palabra sobre lo ocurrido. No supe exactamente cuando quedose dormida. Cerré mis ojos y suspiré por haber al fin llegado a nuestro destino, a inmiscuirme en nuestras creaciones, en nuestros retratos, en nuestros cojines, en nuestra música.

23/11/07

Onomatopeyas callejeras


¡Fiuum! ¡Faa! ¡Kui kui! ¡Aqüí aqüí! ¡Jaja! ¡ ¡Ohh! ¡Son brígidos, en verdah! ¡Tutututú! ¡Ahhhh (suspiro)! ¡Trrr! ¡Küip! ¡Tay loca! ¿Qué hora es? ¡Esta weá de dormir en el piso weón!… (Respiración) ¡Chiqui chiqui! ¿Tení fuego? ¿Cogollo? ¡Volemoh naturalmente! ¡Casi me fui! ¡Es que tu te vai! ¡Sentí purah hormigah! ¡La weá jugosa! ¡Pi puí! ¡Pi puí papapá! ¡Turururú! ¡Tu no sentí el cuerpo! ¡Esa es una forma de matar a alguien! ¡Eh en buena¡ ¡Mmm! ¡Maricón! ¡Tay flopi y sentí cuando se te está apagando la tele! ¡Chucu! ¡Tic tac tic tac! ¡Tarán! ¡Tofo tofo tofo! ¡Te tere te tán! ¡Rrrrr! ¡Hay que puro carretear! ¡ta bien paqueao! ¡Puroh viejoh culiaoh y noh cagamoh de la risa! ¡Me tiraba un peo y alegaban! ¡Güí güí! ¡We are the champions, my friends, no time for losers, cause we are the champions, of the World! ¡Rún rún! ¡We are the champions! ¡Horizonte! ¡Ñiúm! ¡Un amigo güitrió desde el sesto pisto! ¡Jajá! ¡Pom pom! ¡Pa pam, piúum! ¡Pilililí! ¡Aló! ¡No quiero palta! ¡Me debí cinco lucas! ¡Tum túm tum tururururún! ¡What goes around, goes around, goes around! ¡Somos como putas acá a las cuatro eh la mañana en la calle! ¡Me compra un parche! ¡Tuc tuc! (monedas de diez pesos revoloteando en una taza de plástico) ¡Me compra una laminita! ¡Tengo hambre¡ ¡Veinticuatro mil quinientos, raya cero tres! ¡Último cómputo! ¡Ohhh! ¡Un perro con lunares! ¡Son todas unas maracas! ¿Qué estás escribiendo? No lo vas a entender ¿Por lo que dice? ¡Jajá! ¡Nooo amiga mía, por la letra! (silencio) ¿Tay pa la cagá amiga? ¡Bem! ¡Puít! ¡Tatití! ¡Anda a trabajar oye! (escobas en la calle) ¡Y cómo lo hací para irte temprano! ¡Mucucucú! ¡Amor! ¿Y qué es esto? ¿Qué es todo esto? La Posmodernidad ¡Chán chán! ¡Tzzz!

1/11/07

Microcuentos


Sin título

Día jueves, los vagones transportaban inusualmente a más pasajeros. Recuerdo haber divisado al psicópata sin uñas, la embarazada y una pareja coqueteando sensualmente. Abordé el tren junto a ellos. Las puertas de en medio del vagón no cerraron. Nadie se percató. Pude ver cómo aquella pareja junto a la puerta abierta se besaba. Ella sostuvo sus mejillas mientras él rodeaba su cintura. Jamás cayeron. La sensualidad bañó sus cuerpos de lujuria santiaguina. Hicieron el amor hasta que sus huesos enrojecieron. Nadie se percató. Siguiente estación y las demás puertas abrieron. Jamás cayeron. Descendieron para continuar en otro tren, para perderme.

Clase de Literatura

Buenos días señoritas. Buenos días profesor. ¿Han notado lo machista que en realidad el lenguaje es? Al hombre se le llama señor y a la mujer con el diminutivo de señorita. Pasa a ser señora únicamente cuando se casa, tiene hijos, plancha, lava, ama y se queda en casa. O sino, por respeto a la solterona.

Vicente Huidobro


Conversación. Expresión. Un compromiso. Una promesa. Un despido. Una leyenda. Un mensaje divino. Una catástrofe desde el infierno. Una discusión telefónica. Una daga. Una red de conquistas. Una bomba atómica. Acción. El descubrimiento de un nuevo continente. Persuasión. Una mentira. Señal de peligro. Información. Platón y Nietzsche. Caridad. La inquisición. Una magnífica forma de seducir. Hitler y la raza aria. Una confesión. Asesinato. Arrepentimiento. Redención. En un juicio, un veredicto. Culpable. Inocente. Un himno nacional. La visita de Juan Pablo II. ¡Fuego¡ Radio y fútbol. Tú, Vicente Huidobro. Galileo se retracta. “El adjetivo que no da vida, mata”

Sin título

Miró el arpa y decidió entonces introducir su cabeza entre las cuerdas para ver que sucedía. Con el arpa en la cintura se levantó y preguntó a todos: ¿Luzco bella ahora?, ¿me veo gorda?

3/10/07

Ella desnuda, ella desnuda, ella con fiebre, ella con tos

Con gran torpeza ella se quitó la parte superior del pijama y con gran maniobrabilidad ella mojaba los paños en agua con alcohol para disminuir su fiebre. Con lentitud ella se recostó sobre la cama, presa de un estado febril. Las mejillas rojas ardían y el abdomen caliente manifestaba la expresión de una fuerte gripe.

Ella colocó el paño frío sobre su frente con delicadeza, mientras ella vibraba al son del choque entre las temperaturas. Solo se había quitado la parte superior del pijama, visibles los paños en el abdomen que la retorcían de dolor óseo. Un paño sobre los pechos, los paños sobre cada articulación, los paños en las axilas, los paños en la pelvis.

Ella acariciaba con gran destreza. Paños en la nuca y sobre las mejillas. La fiebre la hacía lenta e indefensa. Ahí, recostada sobre la cama, yacía pálida, amarilla de tanto sedante que desgarraba su sistema digestivo entero.

Ella colocaba los paños fríos bajo las rodillas con sumo cuidado y entonces su pelvis descubierta se contrajo y las rodillas fueron rotas. La garganta bloqueada y el frío caliente la poseyeron. Se encontró completamente desnuda, caliente y con frío. ¡Fiebre!, ¡Mi cabeza!, ¡Mi garganta!, ¡Mis huesos!, ¡Mi estómago!

Que dulce fue sentir los paños helados haciendo contacto con la barriga febril. Que dulce fue encontrarse desnuda e indefensa sobre el colchón bermellón. Que fulgorosa fue esa gota de agua que recorrió los labios carnosos, pasando por la barbilla, el cuello y posándose en medio de sus dos espadas carmesíes. Ella lanzó un beso, ella calló, cayó. Ella desnuda, ella desnuda, ella besando, ella besando, ella febril, ella tosiendo.

Durante la noche todo fue diferente. Ella colocó las compresas frías con bestialidad, sin delicadeza o feminidad. Ella observaba los libros de su cuarto con recelo, miraba las máscaras con desagrado y las antiguas consignas con odio. Fijó su vista en la máscara de ojos delineados y labios con relieve intentando develar sus cimientos.

Ella fingió no ver, ella fingió estar bajo las compresas frías, lidiando con la fiebre. Ella colocaba las compresas con bestialidad, presionando la cabeza y la cuenca de los ojos hasta hundir la almohada marcando la silueta del cráneo por completo. Ella era observadora, ella era simple, ella había llorado, ella había amado.

Era medianoche y calculaba que su estómago había almacenado unas seis pastillas durante el día, sin contar el jarabe de horrible sabor. Ella estaba completamente sedada, lenta, drogada y sumisa aparentemente. Según ella, así lucía más cercana, más amable, más afectuosa. Según ella, perdía el carácter dominante, sarcástico y apasionado.

Dos pastillas a las diez treinta, una pastilla a las dieciséis treinta y tres a las veintidós treinta más el jarabe y las compresas nuevamente. De todas maneras podría asegurarles que ella sintió más y menos fiebre durante la mañana, desnuda sobre su cama. Mientras ella colocaba paños fríos en su espalda, relajando la tensión muscular, oliendo a alcohol, oliendo a medicinas. Durante la mañana la fiebre alcanzó su máximo punto y a la vez el mínimo, durante las once. Ella desnuda, ella desnuda, ella con fiebre, ella con tos. Solo se que ellas eran idénticas y que ellas distintas.

22/9/07

Solo una flor

Me han llamado hedonista. ¿Qué tiene de malo? ¿No lo somos todos acaso en alguna medida? ¿No somos susceptibles a los halagos? El placer puede emanar desde las profundidades, podemos recostarnos un momento sobre él, mientras se eleva. El inhalar oxígeno sin exhalar mientras se saborea el dolor abdominal y controlar las sensaciones son algunas de las cosas que he aprendido este último tiempo. ¿Qué tiene de malo fusionar el máximo goce al máximo dolor, un dolor que punza la espalda hasta erizar el último de los vellos? Algunos alaban a Dios, otros al hombre ¿Para qué?

Me ha asombrado, debo admitirlo, lo que he presenciado en estos últimos años. He visto a profetas concienciar la tierra y a imperios decaer. Uno de mis últimos encuentros fue con una especie de Cristo y aún recuerdo sus doce Principios. Aquí señalo uno que atrajo mi atención: “Las cosas están bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente”, lo que me llevó a recordar a otros profetas que alguna vez señalaron que el esconderse en el prójimo, en la colectividad era útil para huir de uno mismo, siendo extraños para sí mismos: “No hay pariente más lejano que uno mismo” y creo que quizás esté en lo correcto.

Anoche en la casa del judío cientos de libros proféticos llegaron a mis manos, cientos de Biblias: “Humanizar la Tierra”, “El mensaje de Silo” más una copia de sus mandamientos. Otro de los que recuerdo es: “Si para ti están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones”. ¿El día y la noche según quién? ¿¡Según Platón!? ¿Las contradicciones se superan?
Por favor observen, acabo de leer esto: “Siguiendo los pasos lentamente, meditando lo dicho y lo aún por decir, puedes convertir el sin-sentido en sentido ¿Es necesario?

“He aquí los llamados “Principios” que pueden ayudar a la búsqueda de la unidad interior” ¡Que profético!

He dormido con Silo por meses, he conocido su casa y he bebido café con él. Mientras más aprendo, más se acerca la posibilidad de cuestionarlo, de destruirlo. ¿No se puede acaso vivir sin sentido, solo disfrutando y sufriendo, sin sentido esto también?

No hablo de alcohol o sexo, no hablo de perder el conocimiento como algunos de mis conocidos, sino del placer de estar completamente solo, reunido con uno mismo. Hablo de la piel ocasional, hablo de mirar cuerpos solo por admirar. Erotismo y fatalismo, solo eso.

¿No es gracioso que un vaso de cerveza se trasforme en tu mejor compañero, bebido lentamente, mientras escuchas disparates como: “Francia no tiene mar”, “Las mujeres fueron hechas para parir”, “El hombre cuando puede y la mujer cuando quiere” y por último la frase número uno: “Mi descripción calza con la del Niño según Nietzscher ¡Atención! Nietzscher (con erre). En fin, ¡Riamos solos y escribamos en un sitio subterráneo!, algo como esto:

Vamos, no rehúses mi invitación. Soy una flor en medio del Jardín Secreto tocada por la garúa matinal. Mis pétalos violáceos son congelados por la lluvia cada frío invierno. Me pregunto cómo lucirá ahora mi rostro ¿Dónde estará mi rostro? ¿Tendré alguno?

El cielo desde aquí luce precioso. Los albores avivan mi delgado tallo completamente. Durante el crepúsculo me cuido de la escarcha dorada que amenaza con arrebatarme la vida sin antes haber amado. ¡Oh Dios, creo tener brazos fuertes para abrazar con sensualidad a cualquiera!

Imagino caminar en ocasiones entre los sauces alicaídos que me impulsan con su brisa, con el suave vaivén de sus ramas. ¿Deseas comenzar un affaire conmigo? Sé que sería irrelevante la forma de mi cuerpo en contraste con mis fragantes besos que podrían extirpar tus labios ¿No sería acaso así?

Imagino ser tomada entre las manos de un Dios, acariciada por sus dedos gigantescos, recorrida de pies a cabeza ¡Como ardería mi estambre! Mi polen cautivaría a cualquier bestia, especialmente a ti. En mi Jardín Secreto busco a mi flor gemela. Soy una amante sin brazos ni piernas, pero una buena forma de arder sería siendo mordida y cargada pálida entre los labios de algún monstruo que baile tango. ¿No sería excitante morir en un suspiro cuyo único propósito sea el amor?

¿De qué sirve recordar la historia? ¿De qué sirve recordar a Prat, Abaroa, Bismarck, Lenin o Bush? Unos dicen que la historia es cíclica y que responde a patrones comunes, que luego de períodos de anarquía se opone un período tiránico en todos los casos, en cambio, otros fanáticamente dicen que no, que es indeterminada ¿Qué importa? Los casquetes polares se derriten a un nivel estratosférico, las campañas medioambientales intentan proteger la tierra en decadencia, las temperaturas aumentan y las especies desaparecen ¿Ustedes visualizan la tierra en cien años más?

¡Oh Dios, alguien se acerca arrasando con todas las formas de vida a su paso; alguien ha ingresado al Jardín Secreto; debo esconderme de inmediato!

Veo que a mí se dirigen pezuñas, quizás dos, quizás cuatro. Un potro se acerca, pero no es un rostro común, sino una bestia aún mejor formada. ¡Oh, como quisiera besar los labios de la bestia semidesnuda que se acerca! ¡Cómeme!

Su mano se acerca y se desliza hasta mí, tomándome. La muerte al fin me abrazará, sus labios me cataran y podré haber amado antes de ser arrancada, antes de marchitarme, después, solo seré trozos de hojas y pétalos rugosos. Mi piel perderá su suavidad exclusiva, mis poros dejarán de respirar, pero al fin podré haber amado ¡Vamos bestia, arráncame de una vez!

17/9/07

Neo y Sigmund Freud

Siempre me ha dado la impresión que los padres juegan a ser Dios con los hijos propios. Ese deseo tácito de manchar a un nuevo ser en la medida que sea idéntico a sí mismos. Probablemente esta es la primera vez que logro materializar tal idea a través de la escritura. Todos sus miedos, todas sus debilidades deben ser superadas en la propia descendencia consanguínea y hoy por poco no pude resistir la tentación de caer en la decadencia de aquel precepto.

Durante la tarde me topé con un niño temeroso en la entrada de una gran casona. Era víctima de lupus y algunas enfermedades óseas. Utilizaba un corsé para corregir su espalda, un pantalón de mezclilla y una camisa roja. Su voz parecía madura a pesar de sus cinco años. El dolor era parte de sus expresiones, de su completa cara. Por un momento recordé a Frida Khalo y le pregunté:

- ¿Te gusta pintar?
- Si - me respondió.
- Entonces te traeré lápices, pinceles, pintura y algo adecuado para trabajar la próxima vez que nos veamos – agregué.
- ¿Quién es Frida? – preguntó con algo de extrañeza al escuchar un nombre tan inusual.
- Una pintora mexicana muy famosa hace algún tiempo. Utilizaba, al igual que tú, un corsé, sin embargo, pintaba de maravilla, solo sobre ella, sus desamores, sus encantos y la columna rota que siempre llevaba consigo misma – dije algo entusiasta y dejándome llevar por la pasión levemente.
- Tráeme pinceles entonces.

Ya en el patio abrí mi cajetilla, saqué un cigarrillo y lo encendí. Algo llamó mi atención intensamente. El niño no traspasaba cierto límite entre el pasillo que conectaba la sala de estar con el patio céntrico de la antigua casona. Tenía miedo de cruzar la frontera y miraba mordiéndose un dedo la comida sobre la mesa. Me acerqué y pregunté:

- ¿Qué ocurre?
- No me gusta el patio. Desde pequeño no me agrada – Respondió sumamente agobiado.
- Acompáñame, ven – Dije con tono suave mientras le tomaba la mano.

Entramos a la sala de estar y le pedí que se recostara en un sillón. Que tontería, me sentí por unos instantes como Sigmund Freud. ¡Solo tenía diecisiete años, ni siquiera podía entrar a bailar a una discoteca! Freud…si claro.

- ¿Por qué no te gusta salir al patio? – pregunté con algo de curiosidad.
- Porque allá afuera se esconde un viejo asesino que nadie más puede ver.
- No hay nadie. No estaríamos allá afuera si hubiese algo que pudiese dañarnos. Además está tu madre y tu padre que por ahora son Dioses que te protegen - dije con algo de risa, sonriendo frente ante tan pueril, pero tierna fantasía.
- Es que está en otro país ahora.
- ¿Cómo puede dañarte entonces si está tan lejos?
- Porque viajará para entrar solo a esta casa.
- ¿Con qué dinero? – pregunte al final intentando organizar sus pensamientos.

El niño calló por unos segundos mirándome con gran desconcierto, pero parecía no comprenderme. El asesino del patio trasero era más poderoso que mis básicas preguntas, más poderoso que yo mismo. Imaginé qué sería de mis propios hijos, si tuviese en el futuro. Seguramente les enseñaría muchas cosas, todas las que no supe en momentos verdaderamente cruciales de mi infancia, de mi adolescencia. Intentaría hacerlos fuertes, parecidos a mí, pero retocados completamente, mil veces más fuertes que yo. Evitaría sus propios sufrimientos por amor. Es ahí donde me dije: “Oye, no tienen porque ser idénticos a ti. Deberán buscar las respuestas por sí mismos y fracasarán como muchas veces tú lo has hecho. Quizás sean muy opuestos a ti, pero ¿Será soportable el fracaso en nuestra figura de barro? ¿Es necesario proyectarnos a través de los hijos? ¿Es inevitable el fenómeno de sentir la carne de otro como nuestra e intentar tatuarla con nuestros sellos personales? ¿La sangre que se concibe una de tantas noches debe contentarnos y honrar a padre y madre? Es inevitable proyectarse en los hijos. Algunos padres imaginan que viven nuevamente, que vuelven a ser niños, que son adolescentes otra vez más. Si tan solo se tuviese la misma experiencia de los cincuenta a los diecisiete sería todo distinto ¿No?”

Cuando Dios intentó proyectarse a través de sus hijos, Adán y Eva, prohibiéndoles o permitiéndoles ciertas cosas, no predijo seguramente que la desobediencia es parte de lo que Él mismo llama pecado. Las prohibiciones siempre acaban mal y dentro de las opciones estaba el perdón que Él encabeza. Podría no haberlos expulsado del paraíso, por ejemplo. Muchos otros Dioses han dado vida proyectándose, anhelado poblar la tierra, impulsado por el mismo precepto del Dios Católico. “A su imagen y semejanza” fueron creados y a Dios se le llama Padre. En todas las mitologías, Ídolos intentaron crear a su antojo nuevas criaturas.

Eso me llevó a recordar a Odín, quien luego de la creación del mundo vio dos árboles a los cuales decidió dar vida y respiración. Creó al hombre y a la mujer, la estirpe de los humanos. Les dio alma y varias funciones más. El primer hombre, Ask, y la primera mujer, Embla, luego tuvieron vida y fueron libres, habían recibido el don del pensamiento y el del lenguaje, la capacidad de amar, la capacidad de la esperanza y la fuerza del trabajo, para que así gobernasen su mundo dando nacimiento a una raza nueva, sobre la cual los Dioses, estarían ejerciendo su amparo, su potestad permanente. Cuan infelices fueron sus troncos luego de perder la inercia, pero ya fuera de mis pensamientos el niño me confesó:

- No me gusta salir. Además tu familia no me agrada. No me gusta saludar a la gente.
- Somos dos - le dije - pero no tienes que saludar si no lo deseas. Recordando en ese momento que al llegar a la gran casona traía consigo unos lentes de sol y dos pistolas de juguete.
- ¿Has visto Matrix? – pregunté intentando subsanar su preocupación. Era tan solo un niño que produjo en mí una ternura que pocas veces me invade.
- No, ¿qué es eso?
- El protagonista es una clase de agente que porta lentes obscuros y dos armas como tú. Es tan rápido que puede incluso esquivar balas, atraparlas.
- Ah, pero tiene músculos seguramente. Por eso es tan rápido y jamás podré entonces ser así de rápido.
- Te equivocas – sentencié – Si tuviese demasiados músculos sería lento y pesado como Hulk. El agente es tan delgado como yo. Se llama Neo.
- Pero yo uso corsé y eso me hace lento – respondió con desilusión.
- Pero puedes ser tan rápido como Neo y pintar tan bien como Frida. Solo utiliza la imaginación, acrecienta tus habilidades. Tienes dos armas, unas gafas y el corsé que por ahora es parte de ti. Te traeré pinceles, hojas y lápices. ¿Por qué no puedes ser una mezcla de ambos?

El silencio fue rotundo y me dejó en la sala de estar completamente solo. Había fracasado mi estúpido intento de ser Freud por unos momentos. La psicología no era una de mis grandes habilidades. Ya en el patio vi que se acercó al límite que él mismo de forma tan ascética se había creado. Me miró y le guiñé un ojo susurrando a lo lejos un “ven”. Tardó cerca de media hora en salir al patio. Corrió temeroso a los brazos de su madre con las gafas puestas. Luego se acercó a mí, pero esta vez con una hoja, un lápiz verde y sus bolitas de chocolate. Me miró y preguntó:

- ¿Tienes barba? – tocándome la pera con su pequeño dedo índice y haciéndome mirar el cielo.
- Si y también tu tendrás algún día.
- ¿Bebes cerveza? – preguntó con gran impresión apenas bebí de la lata medio vacía.
- Si, también, pero basta de preguntas.

Me miró de una forma extraña y luego preguntó si podía sentarse a mi lado. Claro que si, respondí. Cuando ya había terminado el muchachito no estaba. Me acerqué para ver qué había dibujado. Al comienzo me produjeron una enorme gracia los trazos que vi en la hoja manchada y arrugada por su poco cuidado. En el dibujo vi a dos jóvenes, uno alto que portaba lentes de sol y una escopeta. El otro era más bajo pero también portaba lentes de sol, dos pistolas y un abrigo de cuero. Llevaba debajo del abrigo un corsé.

14/9/07

El hombrecito de bata blanca

En aquella entrevista con el cirujano había quedado todo resuelto. El pequeñito hombre de bata blanca parecía honesto, de cejas extremadamente marcadas. Me inspiraba confianza a pesar de haber oído comentarios que no avalaban en lo absoluto mi impresión. Ese día había quedado estipulada la fecha para mi asistencia al quirófano. Debían extraer una de tantas muelas que punzaban mi mandíbula.

El miedo al quirófano era algo natural. Imaginaba que sería doloroso, un malestar prolongado más una leve gota de muerte. Siempre cabía la posibilidad. Sin embargo, esta no era la ocasión, siendo una operación sencilla, de corta duración y solo un diente rebelde.

Una serie de inconvenientes me obligó antes a posponer por demasiado la cirugía. Mi madre lo recordaba cada vez que tenía oportunidad. Sermoneaba sobre mi salud y el poco cuidado que mantenía con mi cuerpo. En realidad jamás le presté atención.

La extracción de una muela era irrelevante frente a todas mis planificaciones. Aprendía de la colectividad, más bien, la estudiaba. Puertas a dentro me dedicaba por completo a disfrutar de besos y exquisiteces. Mi vida era demasiado intensa como para prestar atención a lo innecesario, a lo que no me apasionaba. Mi madre a pesar de todo insistía rotundamente sobre mi asistencia al quirófano, pero mis pensamientos se hallaban en otros lugares, en obras de teatro, libros poco explícitos, reflexiones, la bohemia, mis cigarrillos y tú.

Todo parecía tranquilo y apacible. Es necesario de vez en cuando disfrutar del orden logrado, de los procesos que nos conducen a nosotros mismos y cosa que naturalmente mi madre no comprendía. Tenía demasiadas cosas por hacer y el clásico tufo a guantes de látex, artefactos metálicos y el aroma a vejez de la secretaria demente senil tras el escritorio, me provocaba un terrible dolor de cabeza cada vez que asistía a la consulta. Mi estómago se contraía cada vez que la camilla bajaba su respaldo mientras el doctor sonriendo con tenedor y cuchillo en mano decía - Abre –

Definitivamente el dentista no era lo mío. Además no tenía grandes afecciones a mi parecer, solo una dentadura limpia, normal y casi perfecta con excepción de los pequeños monstruos blancos que me invadían, mis muelas. Incluso el nombre llega a ser paradójico y gracioso al mismo tiempo. Las “muelas del juicio” serían algún día los jueces que decidirán nuestros destinos, que estupidez. Me pregunto quién les habrá dado ese nombre.

Estaba pendiente de otros fenómenos restándole atención a lo que me rodeaba. Todo iba de maravilla, el mundo giraba conmigo, la adolescencia era lo mejor, lo que jamás regresa. No deseaba ser un amargado hombrecillo de bigotes, arrítmico y víctima del descontrol como muchos, presas de su trabajo.

Es divertida la forma en que puedes acostumbrarte al dolor y las lágrimas. Existe lo que algunos llaman la barrera del dolor y yo ya había alcanzado la frontera de la mía tiempo atrás, pero es algo de lo que en esta ocasión prefiero no hablar. Por otra parte tenía demasiadas expectativas sobre el futuro. Había deseado ingresar a la Universidad de Chile postulando a medicina, aunque deseaba ser todo, excepto cirujano, carnicero. Mis calificaciones eran prometedoras. Mi familia entera contaba ya de ante mano con un médico de cabecera. Por lo menos a mí me parecía divertida la escena de mi familia soñando como si viviesen mi propia vida. En algunos lugares, las familias colocan todas sus esperanzas en sus propios hijos. Una extraña mezcla entre lo que desearon alguna vez ser y el orgullo por la propia descendencia superior. No obstante, era indiferente ante aquella conclusión.

Llegó al fin el día de la cirugía. Todo el proceso me provocaba una feroz indiferencia comparado con la mínima expectación de estar ahí, en la sala de espera. Ya en la sala de cirugía, me disponía a ser descuartizado. Sentí por alguna extraña razón miedo por la interrupción de lo espontáneo, mi propia espontaneidad. Colocaron un cobertor blanco sobre mis ropas mientras la luz insípida se erigía sobre mi cabeza. El médico colocóse los guantes a medida que reía mientras algo le susurraba a su ayudante. Todo el proceso me provocaba un terrible escozor en los labios.

Ya directamente en la cirugía, la anestesia había provocado una tenue sequedad en mi boca al tiempo en que una extraña manguera succionaba mi saliva. La anestesia me provocó luego cierto sopor, pero aún me mantenía conciente. Sentí el bisturí clavado en mi encía para luego presenciar la extracción de un antiguo pasajero a manos del carnicero. Con una especie de pinza extrajo mi diente gritando – ¡Muy bien, ya está! ¡Te ganaste una golosina! –

Ya limpiando la escena del crimen la sangre no se detenía, pero en teoría era algo natural y fácil de solucionar. El doctor colocaba compresas para detener la hemorragia intentando coser con delicadeza el corte que luego le desfiguró el rostro gradualmente. La sangre no se detenía y parecía el doctor haber clavado su punzón justo en el lugar más sensible, capaz de desangrar rápidamente a cualquiera.

La sangre corría y corría por mi garganta ensuciando completamente el trabajo. Recordé a mi madre insistiendo por la operación. Me preguntaba qué diría luego por aquel incidente. Probablemente insultaría al médico por su negligencia con ese tono mandamás para luego llevarme a tomar helado a Bravissimo. Supuse que despertaría, que todo estaría bien. Pensaba en cuanto odiaba pensar en los cirujanos, en la muela del Gran Juicio, mi Gran Juicio. Pensaba en mis sueños, en el sueño que tendría ahora antes de despertar en la camilla. ¡Cómo algo tan pequeño podía arrebatarme la sangre de esa forma! En realidad sabía que todo estaría bien solo por beber mi propia sangre en la consulta, lo que seguramente devolvería a mi cuerpo los fluidos. Poco a poco comencé a dormir, poco a poco dejé de sentir las manos, a olvidar la postulación a medicina. Dejé de sentir el charco de sangre corriendo por mi garganta, descendiendo hasta mi esófago.

8/9/07

Adán, Eva y Hesse

Imaginemos por un segundo que soy una fuente, pero no una fuente común, receptora de falsas historias y relatos comunes a lo contemporáneo, sino una fuente llena de sangre vivaz, extremadamente roja y cristalina. Imaginemos que te acercas entre los edificios cautelosamente. Tu objetivo: Beberme lentamente.

Desde la más grande creación he seguido mi destino. La colectividad añeja me ha llevado únicamente a la individualidad irremisible. He sido bebido durante estos últimos días de la forma más delicada.

Los grandes maestros se diezman ante el huracán de mi curiosidad. No creo en las casualidades, sino en la búsqueda del destino. Eva ha sido la guía que portan mis hojas hace ya un tiempo. Es curioso, pero siento en cada callejón la presencia de Adán y Eva, ambos con el tatuaje en sus frentes. No soy superior o afortunado, tan solo he descubierto la señal de Caín sobre mi frente que continúa delineándose. Días de reflexión se viven, días de soledad involuntaria a la que ya me he acostumbrado, a la que me he vuelto acostumbrar en solo horas. El compasivo, el herido y el extraviado son algunos de los papeles que me han guiado hasta ustedes dos. ¿Acaso recibiste tú, Adán, mi llamado desde el sol? Si, mi espíritu necesitaba auxilio, pero creí que sería demasiado humano llamar tan explícitamente ¿A qué viniste? ¿Fue acaso tan poderoso mi grito tácito?

A pesar de todo acudiste a mi presencia entre la colectividad apagada ansiosa por el mar. ¡Qué feliz fui!

Quizás aún no entiendes Adán que junto a mi compañía las defensas son innecesarias, ¿Olvidaste acaso que llevamos la misma marca?

Demian dejará a Demian reflexionar mi querido Hesse. Demian reflexionará puesto que me es imperioso continuar vulnerando el cascarón, mi propio cascarón.

Olvidaba que ahora eres compasivo y piadoso ¿Cómo? ¿Luego de nuestra última cena?

Herman Hesse estaba en lo correcto. Cada uno debe buscar el camino que lo guíe a sí mismo, buscar su propio destino. La colectividad añeja, es decir, el instinto gregario, el rebaño o la manada, convocan a la individualidad. Quizás las cosas han cambiado desde las Dos Grandes Guerras. Ya la colectividad como refugio ha caducado. Eva me reveló otro de sus secretos en tu ausencia y deslumbrantes ante mi incrédula seguridad, para mi trágico desenlace. Si analizamos el mundo que nos rodea ¿Podemos establecer la presencia absoluta de la soledad si consideramos su significado etimológico? Las comunicaciones y la tecnocracia aseguran fielmente la constante cercanía y compañía de lo que deseemos. Sin embargo, la colectividad colosal de antaño se desgasta. La colectividad se dispersa. El resultado: La individualidad enajenada. Si bien antes podían ser ellos rumiantes fáciles de guiar, pero que se comunicaban entre sí con el único propósito de un mundo mejor reproduciendo lo permitido, ahora vuelve a ser el mismo grupo de rumiantes cuya única diferencia radica en que sus cuerdas vocales han desaparecido. Es mejor la individualidad enajenada, pasar el dominio de nuestro destino a otro. Es mejor la colectividad alienada, el generar obligaciones morales. ¿Acaso no existe ningún otro camino? Naturalmente, la individualidad es el camino, el camino hacia sí mismo. No obstante, la individualidad elemental debiese buscar el equilibrio entre lo masculino y lo femenino, lo divino y lo demoníaco. Abraxas, Mishima, Demian, Juana de Arco.

La diferencia radica en esto: Un empleado bancario, solitario, que bebe cerveza en abundantes cantidades el fin de semana, que trabaja de lunes a viernes hasta poco después de las ocho de la noche, víctima de las inclemencias urbanas y que aún así cumple a cabalidad los ritos de su trabajo como algo sagrado, genera sustento para una familia circunstancial. En efecto, se es llamado necesariamente a la individualidad, pero también a una clase de enajenación.

¿Las discotecas no logran ahuyentar tu soledad? El ser colectivo huye de la soledad, el individuo enajenado duerme bajo ella imperceptiblemente, nosotros, los marcados por la chispa de rayos, llegamos a cortejarla e incluso besarla.

Son tan pocos los que llevan la señal, tan pocos de los que puedo aprender diariamente, tan limitados numéricamente. Agradezco infinitamente a quienes me han revelado sus propios jardines secretos. Algunos de ellos ya están ad portas de la muerte, otros recién comienzan a poner en práctica sus talentos, perfeccionándolos. No conozco todos los secretos que se esconden tras la muralla, pero siento aún el martillo entre mis manos transpiradas, golpeando los barrotes. Todo es calma y ya son suficientes los que ya he derribado, pero deben saber que el apetito provoca también una sed categórica.

Hay quienes enseñan solo por el acrecentamiento de su diminuto ego. Admito que la terapia cumpliendo el rol de educador da excelentes resultados. Hay quienes enseñan bajo el yugo de la colectividad. Abuelos compasivos que no pueden reconocer la señal, que tampoco la poseen. Pobres mártires, gente “buena” para dicha colectividad, personajes que desean la paz mundial intentando evangelizar la tierra. Desconocen que el mundo avanza hacia su destrucción sin prórroga alguna. Debemos reconoces que es admirable la entereza del mártir, la consecuencia de sus acciones, la mancha de sangre en la historia, pero amigos míos, prefiero en cada caso la coherencia solitaria. Hay por último quienes enseñan soledad, quienes poseen en la frente el grabado de la superioridad y debo aceptar me es un tanto extraño el que sean hasta ahora solo mujeres ¿Dónde están los falsos amuletos machistas? Al mismo tiempo quienes poseemos el grabado sabemos reconocernos, llamarnos y solo una vaga entrada al salón es suficiente para distinguirse. Hay quienes enseñan soledad y solo a quienes ostentan la marca acariciando los cabellos del estudiante patentado por el destino que escoge. ¿A quién más podrían ellos enseñar? Mis contemporáneos son un ganado difícil de divisar que cada día se evapora en el horizonte.

La primera vez que percibí la marca en otro, la mía era casi imperceptible. Solo un año de huracanes me tomó levantar la cabeza altiva luciendo la marca de Caín al estilo de los pavos reales. El deseo ferviente de enseñar lo que había ya deducido me llevó a caminos enamoradizos, superfluos y fugazmente agradables. Conclusión: Los bebés no son lo mío. La marca de Caín se lleva en la frente, si no se lleva consigo mismo se es imposible obtenerla, es decir, me fue imposible grabarla en otro ¡Cómo no haberlo visto antes! No somos vacas que se exportan, que se pueden estampar con nuestro propio sello.

He notado la diferencia entre los beatos y los parricidas. En un salón repleto de animales el beato será ignorado, vejado y aniquilado porque así lo desea, mientras el asesino disfruta del silencio que marca con el ritmo de su paso espontáneo. Todos suelen verlo con recelo y de una forma morbosa. Si, somos parricidas, me enseñan parricidas y mi compañía es la de un parricida. Dios ha muerto, nuestros ancestros y la historia han muerto, la propia casta ha muerto, algunos maestros mueren con el tiempo y solo los altos pueden ubicarse de forma privilegiada en las butacas de nuestra sala de entrenamiento.

Así ha sido la historia del maestro célibe, del asesino, del solitario amarrado, del pastor añejo, de ustedes los solitarios criminales, de nosotros, sus aprendices.

Las imágenes de Cristo y el Che Guevara atestiguan la comercialización de la colectividad ya perdida ¡Se ha llegado a vender la colectividad alienada a los individuos enajenados! ¿Hacen ellos algo por recuperar su colectividad pasada, añorada al mismo tiempo? Es curioso, pero deben creer que una imagen bastará para conocerse a sí mismo.

Lo gracioso es que la tragedia continúa y el mundo avanza hacia la hecatombe. ¿A quién le interesa mejorar la especie? ¿A quién le importa cambiar el mundo, si éste, ya tiene fecha de vencimiento?

Luego, vi una nueva tierra y un nuevo paraíso, pero esta vez el trono había desaparecido. Esta vez Dios no habitaba con los hombres. La muerte sería vencida, la historia marcada y cada loco se entretendría con su propia demencia. Lo que aquí se ha dicho, cuestiónelo el hombre.

20/8/07

Brünnhilde

Ayudaba a mi padre a cortar madera esa mañana. Me había quitado la camisa para secar el sudor de mi pecho y así poder continuar mi trabajo un poco más aliviado. Con el hacha en las manos, levantaba con fuerza los brazos para el corte preciso. Continué sudando hasta que decidí detenerme, descansar un momento. Me dirigí a casa por un poco de agua y poco antes de entrar, sentí furtivamente una mano que tomó mi pantalón, rodeando mi cintura masculinamente mientras me elevaba del suelo a gran velocidad. Solo pude gritar de la impresión y lo boquiabierto que me dejó aquella situación, sin saber qué pasaba.

Ya en los cielos, la fuerte y desconocida mano atada a mi cintura se transformó en un acalorado y femenino toque. Una valquiria había despegado mis pies desde la superficie. Atónito pregunté su nombre y qué pasaba. Su musical voz respondió – Brünnhildetranquilízate, te llevaré a un lugar fascinante.

Sobre su criatura y entre las nubes verdes, rodeó mi cintura colocando sus manos en mi abdomen, escarbando sutilmente mis entrañas, la región de mi ombligo, mientras de forma maestra, respiraba lentamente en mi tímpano. Los latidos de mi pecho aumentaron ante la expectación de lo que aquella valquiria deseaba enseñarme. Acarició mis negros cabellos besándome el cuello, marcando sus dientes en él.

Ya casi al atardecer y mucho antes de la desaparición solar, descendimos cerca de un lago totalmente desconocido para mí. Amarró a la bestia mientras reía y cantaba. No sabía qué hacer en aquel momento. No sabía si huir o definitivamente quedarme. Dio siete pasos, ubicándose justo frente a mí. Sus labios no rozaron jamás los míos. Luego, divinamente, colocó la mano en mi cintura para besarme con gran pasión.

Era de familia simple y campesina, sumándome a la marcha de lo imberbe. Más adelante, la valquiria retrocedió dos pasos para quitarse la parte superior de su armadura. Fueron los primeros senos que cenaba, que deleitaron mi mirada. Eran maravillosos, deslumbrantes. Sus hombros relucían por el reflejo corpuscular de la luz en el agua. Sus caderas perfectas le atribuían aquella perfección que mata.

Quitó luego la parte inferior de su armadura dejando al descubierto los pliegues fuentes de fruición y vida. Sus atléticos glúteos la hicieron aún más codiciada a mi temprana edad, a mi ignorante edad.

Caminó despacio dirigiendo sus labios a mi oído susurrando – ven – para luego sumergirse en el lago durante un largo tiempo. No la veía salir a la superficie nuevamente para respirar, lo que me preocupó de sobremanera. Luego de unos minutos, mientras ya la perturbación me apresaba, salió nuevamente a la superficie riendo. Sus ojos eran extrañamente llamativos, su tez invitaba a lo libertino. Me quité el pantalón, la única prenda de ropa que me quedaba antes de ser recluido. Ella nadó a buscarme hasta la orilla del lago. Ya en el agua, pude distinguir perfectamente entre la temperatura fría del agua y la carnal temperatura de su sexo.

Hicimos el amor bajo el agua, sin oxígeno. Luego nos revolcamos en el pasto, bajo el sol, mientras mis manos exploraban el mapa de sus poros. Enloquecimos venciéndonos en el herbaje. La bestia fue nuestro único testigo. Nueve veces pecamos aquella tarde de sol, mientras vejaba mi campesino cuerpo. Era levemente más alta, una mujer acariciando al niño campesino. Aún cargo sus pisadas sobre mis muslos.

Finalmente me quedé dormido, recostado sobre sus pechos. Somnoliento veo que toma su armadura. Aún desnuda enfundó su espada, montó el caballo y se elevó nuevamente hasta las alturas, pero esta vez sin mí.

Me quedé en trance sobre el pasto, aún mojado por el agua, el sudor y su sangre obscena en mí. La vi alejarse rápidamente mientras me preguntaba cómo volvería ahora a casa, estando tan lejos, tan corrupto
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18/8/07

Láquesis

La jaqueca me ha despojado de los brazos de Morfeo. La mucosidad verde invadió mis huesos y debo aceptar, cabizbajo, que mi personaje se vio amenazado en el ascensor. ¿Nunca has sido la sombra de alguien? ¿Nunca has sonreído mostrando los dientes dispuestos a desgarrar?

Hoy me topé con Láquesis, una de las tres Moiras. Sus promesas cautivaron a los necesitados. Con sus manos prometía dirigir el futuro, componer la sonata del alivio andrógino y saciar el hambre. Me uní a los necesitados solo para contemplar la belleza de la pequeña Luz, desde el silencio y la sutileza.

Intenté ser bufón, romántico e indiferente, logrando solo hacerla resucitar breves minutos. Me aterró su intermitente caminar. Ya junto a Láquesis intenté mantenerme espectador. Dirigió su mirada fisgona interrogando a los necesitados, sin sospechar que yo no era uno de aquellos buscando pan para comer. Robó uno de mis secretos profanando el altar. Aquello, significó la guerra ¿Contento? La luz ensordecedora me abrazaba de forma agraz y dulce a la vez, amándome para luego arrebatarme su intensidad.

Ya en el escondite, Láquesis se nos confesó e intentó robar más de nuestros secretos. Sus ojos escondían demasiado y sus historias me parecieron simuladas. Sus trofeos eran ilusorios.

La ayuda jamás vino. El viaje en ayuno, irrelevante para mi fortaleza y el amor que profeso a los hombres y mujeres de este mundo, dejaban mis labios cubiertos de moscas. Me alejé de la Luz ¿O ella de mí?

Láquesis felicitó a la Luz por la hermosura de mis helénicas facciones. Hubiese deseado que aquellas palabras fueran solo mías. ¡Me honra la Luz en mis ojos!

Te contaré un secreto guerrero. El secreto de la belleza radica en los secretos de la Belleza. Belleza con la que dancé hasta la madrugada. Hermosa, extraña.

Desde el absoluto comienzo la Belleza había robado algunas de mis colosales espadas. Honestamente, se las había regalado en mi jardín, en mi cama, entre la música, en el carnaval de verano. Odié a la Belleza por un instante, el orgullo herido, mi propio reflejo y no el suyo ubicado en el espejo frente a mí al acercarme.

Al continuar nuestro viaje me despedí cínicamente de Láquesis, sus hilos y el ego que los acompañaba. Su inútil ayuda a los necesitados me irritó. La Belleza lejos de mí y la jactancia de la vidente me irritaron. Tenía celos de Láquesis. Coqueteaba con mi Belleza amante. Su horrible rostro anhelaba algo, no sabía qué precisamente. Sus fétidos harapos provocaron repulsión haciéndome bajar la mano hasta la funda de mi espada en señal bélica. Debo admitir que la Belleza me ha dejado antes. Ella se había dirigido al norte, yo al oeste. Jamás la perdí de vista, hasta que decidí nuevamente hablarle, tentarla para escribir en mi alcoba y finalmente terminar en la cama.

Entre el humo y Terpsícore ya la Belleza me había rescatado antes de las manos de cazadores ingenuos, que confunden a la víctima con el victimario. Recuerdo que ya a salvo abracé a la Belleza, empujándola contra la pared para seguir danzando entre travestis y ladrones en el bus. Aquella noche durmió entre mis manos y la música erótica de la Reina bisexual.

Amé despertar al otro día y suplicarle que continuara quitándome la castidad, los secretos, mi cama. Odié verla lejos, recibiendo caricias de Láquesis, sintiéndola incómoda, vacilante, hambrienta. ¿Contento?

12/8/07

Venustatis

La noche de viejas brujas y celadores fue fugaz. Todas ellas se habían reunido en aquella caverna, sentadas sobre los bejucos saturados de bálsamos y cigarrillos. Se preparaban para la fiesta. Relataban su pasado jactándose de aventuras añejas y sin sentido. Me pregunté si alguna de ellas conocía los divinos secretos de la belleza.

Ahí estábamos ambos, sonriendo eternamente, escuchando el silencio del bosque rojo y verde mientras las brujas balbuceaban sus rústicos secretos. No las escuchamos. Solo jugábamos en los árboles, en las nubes con los búhos de testigo.

Para recorrer el mundo escapamos de las brujas locas y nos encontramos con ogros ahogados en botellas de vino, carruajes ilegales de hombres mitad humanos mitad bestias.

Mientras mis letras se inmortalizan, la lluvia corroe la tinta enloqueciéndola como esa noche en mis aposentos enloquecí. Aprendiz de carne. Cuerpos desnudos ocultos de los cuervos y observados por las ninfas protectoras de nuestra humanidad, Humilis y Superbia.

Aquella noche me arrojé. Fui alumno del calor y los besos. El amor y el placer son dos solitarios ¿Lo sabías? Te amo. Eso no puede ser mencionado aquí ¿Lo recuerdas? Es verdad. Lejos de brujas locas, ogros, cuervos y ninfas todo cambió. Cuídate viajero del ogro que derriba puertas y los carroñeros que roban bufandas ¿Te asustaste?

Aquella noche dormí plácidamente entre tus brazos y la hierba para la mañana siguiente verte partir sigilosamente. ¡Cuidado divinidad! Las puertas suenan al partir.

10/8/07

Lujuria

Cual inmaduro feto me vi envuelto entre las sábanas de mi alcoba saboreando tu ombligo para perderme entre los húmedos pensamientos de la sangría que calmó mi fiebre. La oscuridad y el sonido de las lanzas espartanas erizó aún más mi piel al momento en que descendiste hasta mis tobillos. La curiosidad del juego clásico de la piel.
Debes saber que soy susceptible a las tocaciones que me ahogan con la almohada sobre la cara asfixiándome en tu sexo. Tras la cerradura de mi puerta se esconden las más ambiguas historias que masturban mi rígida memoria. Callemos mientras el pecado nos baña de sangre impía.
Nuestras manos pronto descendieron hasta los exquisitos manjares dueños de vida y que tanto se rozaron bajo la pálida frazada testigo de lo desconocido e impuro. Las ingles encajaron a la perfección, mojadas por la lluvia y el sudor de las espadas persas que aquella tarde de telón cerrado oímos, para masticar y clavar mis dientes en tus trozos de pálida carne.
¡Que las manos no se detengan y tu boca en mis muslos no se despegue!
Hambre de tu sexo fuerte entre la fría nieve que se derrite ante tamaña escena condenada por Dios.
¡Desafío a la Gran Perra amante de niños y practico el amor a la piel!
¿No es esto acaso el Ars Erotica?

6/8/07

A Mishima y la sombra de Natsu

"Este arduo y fructífero trabajo va dedicado con especial y eterno agradecimiento a dos mujeres que son realmente inspiradoras para mí: La profesora Marlene Ángel, quien durante este corto período de tiempo me enseñó cómo inspirar a mis futuros alumnos en el proceso constante de aprendizaje-aprendizaje, siendo la humildad, la cercanía y las relaciones humanas pilares fundamentales de la educación. Al mismo tiempo agradezco a la profesora Natalia González, quien durante ya dos años me ha enseñado los detalles más sabrosos de la existencia, a cómo gobernar desde las sombras, a despertar mi pasión por la filosofía y el no olvidar que todo es una eterna celebración, celebración y baile. Ambas mujeres excepcionales y admirables por mis adolescentes ojos, más allá de la jaula de clases.
Agradezco especialmente a Patricio y Bryan, quienes son dos locos como yo, que comparten mi cosmovisión haciéndome crecer profundamente en cada conversación informal. Agradezco compartir junto a ustedes cada segundo de cuestionamientos y el enseñarme grandes detalles que muchas veces pasan desapercibidos. Me declaro aprendiz de todos ustedes."
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Profesora responsable: Marlene Ángel Bruna.
Equipo: Francisco Larrañaga Aguilera.
Patricio Reyes Villalón.
Bryan Seguel Gutiérrez.
Texto escogido: Confesiones de una Máscara, Yukio Mishima.
Número de palabras: 1769.
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A Mishima y la sombra de Natsu

“El excremento simboliza la tierra, y no cabe duda de que fue el malévolo amor de la madre tierra lo que me tentó. Tuve el presentimiento de que en este mundo se da un deseo de especie tal que es como un punzante dolor.”

Yukio Mishima, Confesiones de una Máscara.


Aunque no quieras creerlo, a nuestra llegada somos como carne fresca, inmaculada y pura, que con el paso del tiempo se viste de pestilentes trajes descompuestos.

Tu infancia, desde temprana edad, bajo el yugo y la presencia dominante de tu abuela fue tatuada de flagelos profundos en tu pecho tierno, cristalino y canijo de forma involuntaria. Tú, creación de la neuralgia crónica, rezaste todas las noches a los santos samuráis para que envolvieran con su fuerza tu enclenque caminar, dejaste que entraran en tu cuarto y danzaste con ellos en batalla: “Me habían entregado, por así decirlo, un menú completo de todos los problemas que tendría en la vida, cuando, por mi corta edad, todavía no podía leerlo” (1). Directrices tales predijeron tu existencia, el arte y la búsqueda constante de la armonía hecha acción, traducida al final, en tu muerte samurai.

Tradiciones... eso cenaste por doce años en su compañía. Admiraste a los nobles que te anteceden sin que viviese en ti su sangre, imágenes brillantes de un pasado glorioso en tu tierra. Creciste entre sillones imperiales rotos, y más que ser su dueño, se adueñaron de tu mirada rígida, de tu pálido color.

Antepasados que te arrebataron anónimamente el cuerpo después de dejar el vientre de tu verdadera madre, instruyéndote mediante su milenaria filosofía. Te hicieron un guerrero, así es, y sin que pudieras tomar pistas de lo ocurrido, comenzaste a sentir como Natsu, a pensar como Natsu, a ser Natsu. “El joven ha permanecido fijado a su madre, en el sentido del complejo de Edipo, durante un lapso mayor del ordinario (...) luego llega el momento de cambiar a la madre por otro objeto sexual, y entonces (...) el joven no renuncia a la madre, sino que se identifica con ella, se transforma en ella” (2). “El proyecto deliberado de esta abuela omnipotente es transmitirle una filiación a su nieto, que redima de alguna forma la insuficiencia de la alianza que presidió la real filiación.” (3).

Y es ésta una de tus tantas confesiones que capturamos con redes de oyente: El actor eterno, maestro de máscaras que vivió como serpiente sensualmente de principio a fin entre la selva de la conflagración existencial.

“La vida de cada hombre, vista de lejos y desde arriba, en su conjunto y en sus rasgos más salientes, nos presenta siempre un espectáculo trágico; pero si se recorre en detalle, tiene el carácter de una comedia” (4).

Tú, que utilizaste el gran teatro universal para desbaratar engranajes, ajenos y propios, sin que nadie percibiese realmente tu propia y anhelada trascendencia encauzada, narraste, como en un peligroso combate, la delicadeza de tus pensamientos, la dulce virtud que ocultabas a cuanto mortal mirabas, la gracia sublime que te ha inmortalizado. (Estocadas sutiles de una rebelión fogosa que confunde las armas con las palabras, que desposan la tinta con tu propia sangre).

Las pretensiones destructoras de lo que amenazaba y vejaba a tus compañeros samuráis se tradujo durante la nebulosa de tu vida en acción pura, donde la atmósfera oculta el oxígeno, sólo para hacer desaparecer lo que ofendía una y otra vez el símbolo de lo sacro. “Pronto formamos nuestro círculo, con Kusano sentado en medio, cruzadas las piernas. Comía desaforadamente caramelos del tipo occidental, y cuando quiso llamar mi atención tuvo que hacerlo levantando los ojos en dirección al cielo de Tokio” (5).

Irrumpieron como sombras venidas de la lejanía, con ojos saltones y lenguas letales. Querían terminar con el Imperio, querían empobrecer la honra milenaria que te pertenecía. No te doliste sin causa alguna nacida de tu originalidad, sino que en los brazos incrustados de un discurso maternal poderosísimo.

Seguías oyendo en tu recuerdo los consejos de Natsu, memorizando lentamente su entonación y sus instrucciones. Detestaste la manera en que las filas se emancipaban del sentimiento nacional, y con asco soñaste despierto que todo seguiría aún peor: “El Japón es víctima de la serpiente verde, no nos libraremos de esa maldición” (6).

El humo de los pueblos arrasados por la despersonalización de la vida moderna, el avance inminente de las megaciudades y los soldados obscuros en tu tierra, madre tierra, fue la clave del encuentro contigo mismo y el inicio de la erupción mental de atavíos femeninos, tradiciones, rebeliones y cuestionamientos que borraron todo vestigio dogmático, confluyendo en la autodestrucción, en el arte de lo ambiguo.

Y porque sentías, porque eras todo emoción y piel fue que merodeaste entre balaceras ensangrentadas de identidad. Oíste rumores de paz, y como despavorido, palideciste al enfrentar premonitoriamente la normalidad que obligaba a tomar un escudo, la espada y la serie de personajes ideales para la gran obra teatral extenuante...

Nos atrae en demasía las debilidades ocultas, las verdaderas, pero más la idea de la sublevación contra ellas y el acrecentamiento de la fortaleza, mimetizándonos en el caos de la premisa bélica de la extinción o supervivencia del género humano, que reduce la existencia para algunos a preciadas arcas balsámicas y que para ti fue crucial en la búsqueda del yo, la germinación de tu catarsis.

Te das el lujo de mantenernos inquietos ante tanta conmoción, y es que has preparado la más grande de las fiestas. ¡Qué manera tan pretenciosa la tuya para planificar el deceso! ¡Qué intenciones tan satíricas con que has mirado a la masa! Pues, como estratega en marcha, ensalzaste lo que fue para Yamamoto el Hagakure: “He descubierto que la esencia del samurai es morir, que entre la vida y la muerte, debemos escoger siempre la segunda; que para ser un samurai perfecto es necesario prepararnos para la muerte. Iniciar cada amanecer meditando tranquilamente, pensando en el último momento e imaginando los diferentes modos de morir” (7).

El seppuku, como rito de autoinmolación, fue lo que inmortalizó tu muerte, lo que eternizó la imagen del samurai condicionado, más allá de cualquier límite, completamente libre. “Si te encuentras con Buda, mátalo; si te encuentras con tus padres, mátalos; si te encuentras con tu antepasado, mata a tu antepasado. ¡Solo entonces serás libre!...” (8).

Fue el trance de tus últimos segundos de acción lo que ahuyentó la deshonra, ubicando en alto el código del Bushido, la armonía entre la pluma y la espada, la reconciliación entre el arte y la acción y que comenzó tempranamente, impregnada de relatos marcados de crítica tácita y que ascendió a alturas inimaginables, donde la pluma ya perdía coherencia, volviéndose redundante, para así transformarse en la espada que rasgó tu vientre de izquierda a derecha, para morir en acción y con honor. “En alguna parte debe haber un principio superior que reconcilie el arte y la acción. Ese principio, se me ocurrió, era la muerte” (9). Y mientras dejabas atrás lo mundano y la belleza que te cautivó por tanto, marcabas en las piedras de los cimientos del mundo las iniciales de tu nombre, tu trascendencia codiciada, guiada desde tu infancia por el honor, la tradición, la belleza, un pasado glorioso y fetiche, por Natsu. “En la quietud, había una belleza sin palabras. No más cuerpo o espíritu, pluma o espada, masculino o femenino” (10).

Te enamoraste de tu mirada, de tu voz, de todo a lo que tocabas con tus manos, de todo lo que salía de tu mente. Quisiste alcanzar santidad fuera de todo orden religioso, brillo divino de un ideal tremendamente subjetivo, la gloria sin público ni butacas, el cielo propio “La vida humana es breve, pero yo querría vivir siempre” (11).

¡Has muerto! ¡Ya todos saben que has muerto! Mas solo caíste para terrenales. Sigues entre pasillos de un castillo luminoso, preparado sólo para aquellos que vuelan. Saludas con jactancia a los pueblos alicaídos, pues fuiste mucho más que todos ellos. “La inclinación hacia la muerte es frecuente en los seres dotados de avidez por la vida” (12). ¿Fue la paz tu pretensión póstuma, el último de tus sueños? “Luego vi un círculo gigante rodear la tierra, resolvía todas las polaridades, era más grande que la muerte, más fragante que cualquier perfume que haya aspirado. Este era el momento que había estado buscando” (13). Y es así como esbozaste el día de tu muerte, satisfaciendo tus complejos y ansias de alcanzar una a una las cimas que observaste desde los primeros instantes de tu vida y adolescencia como inalcanzables. Habiendo ya concretado el objetivo sólo quedaba el paso final de perpetuarse en la sangre, lanzando la flecha desbaratadora y tocando la última de las cúspides.

Tú, Mishima, el idóneo bisexual amante de la fuerza y el vigor del ejército imperial, amante de poetas malditos, de Baudelaire, de los samuráis. Sentimiento fetiche que recorrió cada célula de tu cuerpo, traducido en deseo carnal y la preponderancia de la belleza como talismán profano, herencia de tu abuela. Amante tímido y contemplativo de los capullos femeninos, la fragilidad que en aquello se circunscribía, carente de ese vigor y astucia propios de los cuentos de épocas doradas que oíste desde que fuiste arrebatado de los brazos de tu madre, y que Natsu inculcaba en tu blanca piel una y otra vez. Tu sangre no era samurai, pero el derramamiento de la última de tus gotas y el último de los suspiros bastaron para sanarte, para satisfacer tus debilidades, continuar tu tradición, oponerte al capital eclipsándolo con códigos espirituales y aleccionar a oriente sobre andróginas conductas condenadas. En el fin, tu tradición se opuso a tu tradición, separándote de lo que antes era tu cuerpo y tu sangre. “Disecarme a mí mismo con la doble resolución que habla Baudelaire - Ser tanto la víctima como el verdugo -” (14)

Yukio…Kochan: ¡Que la culpa no manche el paño de la responsabilidad arbitraria! Sólo has sido presa de una de las más remecidas alineaciones, o por lo menos de las que hemos podido presenciar. Hay un faro que ha guiado paso a paso lo que por momentos creíste tuyo, fuiste la marioneta tradicional de un espectáculo pavoroso, pero lleno de siluetas travestidas de una sabrosa dualidad. Es ella la que por mucho te ha encadenado a cuanto grillete has encontrado, es ella con sus palabras la que pudrió lentamente tus singularidades, es ella quien destruyó el lazo del pasado con tu presente, es ella, la matriarca, la directora de la obra en que tú fuiste el protagonista; es simplemente ella, Natsu, quien te asesinó.
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Notas.

(1) Mishima, Yukio, Confesiones de una Máscara, Pág. 18.

(2) Freud, Sigmund, La Psicología de las masas y el análisis del Yo, Pág. 40.

De acuerdo a Freud, en una etapa inicial, se demuestra claramente la identificación de Mishima con su abuela, como fijación al objeto sexual en primera instancia, traducido en el complejo de Edipo.

(3) Coll, Mario, Lectura sobre Mishima o el último samurai.

(4) Schopenhauer, Arthur, El amor, las mujeres y la muerte, Pág. 75.

(5) Mishima, Yukio, Op. Cit., Pág 140.

Se refleja el contraste cultural existente y la invasión occidental a Oriente. La Segunda Guerra Mundial es un claro ejemplo para Mishima de esta evidente irrupción a Japón que finaliza con las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

(6) Yourcenar, Marguerite, Mishima o la visión al Vacío, Pág. 117.

Mishima expresa su profundo malestar por la creciente capitalización del Japón.

(7) Coll, Mario, Op. Cit.

(8) Yourcenar, Marguerite, Op. Cit., Pág. 41.

(9) Schrader, Paul, Mishima, una vida en cuatro capítulos.

(10) Schrader, Paul, Op. Cit.

(11) Yourcenar, Marguerite, Op. Cit., Pág. 133.

Yukio Mishima la mañana antes de cometer seppuku.

(12) Yourcenar, Marguerite, Op. Cit., Pág. 93.

(13) Schrader, Paul, Op. Cit.

(14) Kawabata, Yasunari, Yukio Mishima, Correspondencia (1945 – 1970), Pág. 76, (Esta carta, abierta por el Ejército de ocupación norteamericano, lleva el sello “verificado por la censura”).
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Bibliografía.

•Coll, Mario, Lectura de Mishima o el último samurai, www.nucep.com.

•Freud, Sigmund, La Psicología de las masas y el análisis del Yo, Editorial LibrosEnRed,
www.librosenred.com, 2005, 76 Pág.

•Kawabata, Yasunari y Yukio Mishima, Correspondencia (1945-1970), 4ª Edición, Barcelona, Emecé Cornucopia, 2004, 257 ps.

•Mishima, Yukio, Confesiones de una Máscara, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1985, 220 ps.

Mishima, una vida en cuatro capítulos, [video], Paul Schrader, A Zoetrope Studios, Filmlank International and Lucasfilm ltd. Production, 1º de enero de 1985, VHS, (1:55 minutos), (col).

•Schopenhauer, Arthur, El amor, las mujeres y la muerte, Buenos Aires, Editorial Gradifco, 2005, 126 ps.

•Yourcenar, Marguerite, Mishima o la visión del vacío, Buenos Aires, Seix Barral, 2002, 141 ps.
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29/7/07

Cochabamba, Bolivia

"Aún cuando todo se haga dificil... experimenta tu paz y alegría interior"
Anapaola, 17 años, Cochabamba.
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"¡Eres una basura! Interesada en la superficialidad y el dinero, que algún día perderán su importancia"
Respaldo del asiento de una micro Boliviana, Cochabamba.
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"El rico tiene un médico a su cabecera y pobres a sus pies"
Humorista callejero Boliviano, Cochabamba.
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Cientos de obreros a lo largo del camino cruzan sus miradas con las nuestras, traspasando el cristal de las ventanas del bus. Ellos se preguntan hacia dónde vamos y nosotros hacia dónde fueron a parar, trabajando por tanto los pies de la tierra con manos que se parten, que se desgastan, que sudan y sangran en toda Latinoamérica, las manos de la materia prima, la savia del mundo.
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Las cicatrices de asfalto y luces sintéticas tatúan a la madre tierra hacia el Norte, borrándola lentamente, semejante a la lucha aborigen llevada a cabo por más de doscientos años y a quienes paradójicamente la Democracia Contemporánea llama terroristas.
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La cuncuna desmembrada me confunde con sus contrastes y diferencias marcadas. Aquí la vida tiene otras concepciones. La suave brisa entrelazada a la sigilosa Camanchaca degradan la vida; matizándola a medida que me alejo del núcleo pestilente de diez horas y más de trabajo denigrante, mensajes subliminales y spots publicitarios en el diario bombardeo mental de información de dudosa reputación. La gran Puta sebosa sabe como comerciar su sudoroso cuerpo, cubierto de ostentosos atavíos comerciales y que exige tributo por sus monumentales tetas manchadas de capitalismo y la despersonalización de los pueblos.

22/7/07

Caracollo, Bolivia 21/07/07

"Mujer espiga, flor, camino, pensar es altamente femenino. Hay en tu pecho dos manantiales fusiles blancos y no anuncios comerciales"

Anapaola, 17 años, Cochabamba.

De pronto un hombre cabizbajo, un poco tullido, de tez morena, de unos ochenta años, vistiendo un sucio traje gris, alpargatas rotas y un gorro altiplánico se acerca pidiendo dinero solo para comer. Lo miré tristemente, solo quedaba encoger mis hombros y asentir con una falsa sonrisa que nada tenía, ocultando la impotencia y el hastío por lo kafkiano que resultó ser aquella situación. Más tarde, antes de continuar mi viaje y apagar mi cigarrillo me atreví a enfrentar la mirada de aquel hombre de octogenaria sabiduría y a tocarle el brazo amistosamente, quizás para trasmitirle mis confusos pensamientos en aquel instante; por más inútil que haya podido ser. Aún así, mi mensaje fue recibido y luego aquel hombre golpeó mi espalda suavemente. Subí al bus y nunca más lo vi. Paz

14/7/07

Descartes v/s Hume

Pregunta única:

· Establezca un análisis comparado entre la posición epistemológica de Hume y Descartes. Fundamente y argumente con los textos que se entregaron en clases y por Internet.


Algunos de nosotros se han obsesionado a través de la historia con el conocimiento. Qué es, de dónde proviene y cuál es la relación coloquial existente entre sujeto y el desarrollo de la epistemología. Algunos se han obsesionado a tal punto, de llegar a sustentar su filosofía en base a estos conceptos y que además pretenden obviamente analizar para dilucidar así la vista panorámica del tablero de ajedrez. La epistemología de ambos filósofos será crucial en la búsqueda del conocimiento, del saber, sin embargo los caminos a seguir se separan radicalmente respecto a sus contextos históricos y las bases que sustentan las teorías en Descartes y Hume Sin duda alguna existe una abismante diferencia entre los planteamientos filosóficos de uno y otro, es decir, entre una visión metafísica racionalista y una visión empírica, positivista y psicologística. Ya hemos establecido dentro de los contextos históricos correspondientes que Descartes es el símbolo máximo de una concepción metafísica moderna durante el siglo XVII y poco más de un siglo después, se erige la figura de Hume, derribando dichas concepciones metafísicas mediante un empirismo exacerbado. He aquí a dos grandes íconos de corrientes filosóficas opuestas en paradigmas y distantes en el curso del tiempo.

En primer lugar, el contraste a realizar será en base a los conceptos de entendimiento, imaginación e ideas. Descartes en sus “Meditaciones Metafísicas”, asegura entre tantos otros planteamientos, que las ideas pueden ser clasificadas en tres tipos. Por una parte aquellas nacidas conmigo (ideas innatas), luego las extrañas o foráneas a mí (ideas adventicias) y por último las creadas por mí (ideas ficticias), cuyas concepciones lo llevan a proponer ideas innatas en el sujeto. Al mismo tiempo en base a estos complejos conceptos, asegura que las ideas se traducen como ciertas maneras de pensar semejantes que proceden de un mismo modo en su concepción y que son el producto de las imágenes de ciertos objetos diferentes unos de otros, estableciendo a Dios como una idea objetiva, contraria a las cosas finitas. Continuando con la consecución de propuestas cartesianas, debemos decir que una realidad objetiva de las ideas, como Dios por ejemplo, no está en nosotros mismos y no es producto de aquellas imágenes o ideas ajenas a nuestro espíritu, concluyendo que no estamos solos en el mundo. Es así como prueba la existencia de Dios como un ser inmutable, eterno y omnipresente. Continuando el desarrollo, en función del concepto de idea cartesiana, se establece que las ideas subjetivas que poseen duración y número provienen de la concepción limitada del hombre, provienen de nosotros mismos. No existimos sin Dios según Descartes ¿o si?, pues si nosotros mismos nos hubiésemos creado, carencia humana alguna seria inexistente transformándonos automáticamente en Dios. La concepción de la idea de Dios no es capaz de ser producida por nosotros mismos por dos razones: En primer lugar por ser una idea objetiva más allá de las limitaciones humanas y en segundo lugar por la nula capacidad de aumentar o disminuir dicha posibilidad, es decir, la idea de Dios. La mirada metafísica y dubitativa respecto a los paradigmas filosóficos contemporáneos a Descartes concluyen que el entendimiento de una idea no es igual a la imaginación de ella, pues el primero es la inspección del espíritu mismo y los cuerpos, siendo la imaginación producto del engaño de los sentidos (Genio Maligno), que para la filosofía cartesiana nos engañan cabalmente una y otra vez, es decir, el mundo de las ideas tiene estricta relación con el alma y que más tarde Hume derribará con la inexitestencia de ella desde su rincón histórico.

Quisiese tomar otro punto cartesiano de apoyo y de radical oposición a Hume que produzca el efecto contraste deseado. Yo soy una cosa que piensa y evidentemente existe la facultad de distinguir a la luz natural lo que es verdad clara y distintamente que luego Hume descompondrá como he expresado anteriormente, al estilo Nietzsche y Platón en la inversión de paradigmas basados en la “Alegoría de la Caverna”. ¿Existe acaso una verdad clara y distinta como objetivo dentro de la acalorada existencia humana y como boya a la que debemos dirigirnos nadando entre las aguas caudalosas? ¿Es acaso necesario salir de la caverna en base al paradigma platónico o acaso existe la opción de crear nuestro propio orden al interior de ella e incluso un lenguaje propio? Para Anaxímenes el principio o Arjé podrá haber sido el aire, para Descartes Dios, para Tales de Mileto el agua, sin embargo es necesario el eclipse entre dos corrientes filosóficas que distan por casi doscientos años aproximadamente. Quizás la aproximación que podemos hacer en este punto del análisis para vaticinar de cierto modo el contraste que se pretende realizar sería al estilo Heráclito de Efeso contrastado con Parménides de Elea en donde el primero expresa claramente lo contrario al paradigma de Arjé anterior a él. Todo es movimiento, nada reposa, nadie se baña dos veces en el mismo río y tal como él, somos una colección nueva de pensamientos estableciendo un tipo de relatividad primitiva negando la verdad inmóvil y única, pues al río cada vez llegan nuevas agua y nosotros mismos, que pronunciamos la palabra río, dejamos de ser iguales al de ayer estando en constante trasformación producto del medio que nos rodea y aquellas vivencias particulares; siendo lo que me atrevería a llamar; dentro de la filosofía Jónica, como “Hume primitivo” y los primeros indicios de la desvinculación de paradigmas “cartesianos primitivos” representados en este caso por Parménides de Elea y la pretendida distinción entre el mundo real y el aparente, el mundo sensible del inteligible. Si lo que es, es, no puede haber nacido. Si lo que es, es, no puede cambiar, ya que el mundo supone que una cosa no sea algo, para luego ser eso que antes no era y todo debe ser aceptado para él, como la idea cartesiana de Dios, algo inalterable, eterno, único e inmóvil, aunque sea curioso que en este caso hayan sido históricamente inversos, respecto a la analogía de preceptos, a la aparición Descartes y Hume, siendo válidos solo los extractos jónicos que son citados, abordados y ejemplificadores de algún tipo de discrepancia.

Hume distintamente a Descartes en primera instancia define como concepto anterior a idea, el de impresión, como vivencias de presentaciones actuales, lo que oímos, sentimos, deseamos, etc. Dicho concepto nos llevará al de idea como la representación de una impresión o sensación anterior y aquella impresión es necesariamente coetánea a la existencia, es decir, debe ser actual. Es así como cada idea debe proceder necesariamente de una impresión. Algo así como si existiese una relación madre-hijo entre ambos conceptos. Sentir o desear es igual a impresión, impresión, a su vez, es igual a idea, impresión es, a su vez, igual a realidad, careciendo de realidad o existencia lo que no siguiese este cauce natural; existiendo aquí una de las tantas divergencias entre ambas exposiciones filosóficas. Más tarde Hume derribará conceptos cartesianos quitándoles toda legitimidad, en base a sus preceptos, a conceptos como substancia, yo, causalidad y Dios, que indudablemente es el más controversial del contraste que aquí nos convoca, entre la metafísica y el empirismo. Una substancia es inexistente únicamente debido a la carencia de impresiones y el nulo sustento de ellas. Si no existe impresiones que fundamente una idea determinada el concepto, para Hume, se define como ficticio, es decir imaginación para Descartes aunque claramente es utilizado con matices muy distintos, opuestos. El yo por otro lado es una idea ficticia únicamente en lo errático de atribuir al conjunto de impresiones e ideas del mí el nombre del yo, es decir, soy un conjunto de vivencias, impresiones e ideas y que se definen como “mías” sin embargo aquello no distingue al “yo”. La causalidad es algo similar dentro de los modelos de Hume definiéndola como asociaciones de ideas que se acoplan cuando son similares, en términos aún más simples surge una idea y luego otra que la acompaña por sucesión. Tengo la impresión X, luego la impresión Y pero no existe impresión alguna que las conecte, es decir, X no produce impulso que genere Y. Hume critica el precepto de ideas innatas en donde el hombre sería semejante a un papel en blanco cuyo contenido se llena con las impresiones. En momentos de mayor aflicción se recurre a la creencia, opuesto a lo que transmitía la metafísica de Descartes sobre la existencia de Dios. No existo yo, no existe dios, solo vivencias, impresiones e ideas llegando al apogeo en si del contraste buscado.

Otro concepto polémico es de substancia. La res extensa (cosa) o la substancia en la filosofía cartesiana se define como lo correcto existente y como forma completa debido a la no necesidad de factores ajenos a si misma para existir, como por ejemplo la concepción de un cuadrado (no necesita de otros factores para definirse a si mismo siendo como concepto la idea algo completo). Por otra parte Dios sería en este caso una substancia infinita puesto que los demás seres necesitan de Él convirtiéndonos en su extensión. Las bestias junto a los sujetos serían substancias finitas que no necesitan de nada más para existir, salvo Dios. El alma es pensamiento, entendimiento y el cuerpo es extensión correspondiéndole a cada substancia un atributo, una esencia, lo que las distingue clara y distintamente. El dualismo en la filosofía cartesiana es sin duda alguna una fuerte característica. El alma y el cuerpo no se necesitan mutuamente para existir como substancias. Aquí Hume despedaza el concepto fundamental en la teoría metafísica cartesiana (substancia) expresando en sus planteamientos que la substancia no posee impresión alguna, por ende no hay idea. Sino un término carente de significación. La substancia es solo un conjunto de percepciones particulares producto de la costumbre. El concepto de costumbre para Hume es crucial en el desarrollo de su filosofía siendo ésta la guía en la vida humana que indica la creencia de la repetición de algún acontecimiento pasado. El hábito y la costumbre generan como producto la creencia, siendo éstos los guías en el camino de la existencia basando la seguridad del futuro en estos criterios

He aquí dos iconos filosóficos que se sitúan en contextos históricos diferentes. Por un lado el empirismo inglés rechazaba el racionalismo y colocaba como fundamento la especulación. Durante la época cartesiana ciertos paradigmas se derribaban como el modelo geocéntrico y en el caso de Hume el modelo de newton era una ciencia empírica aceptada. El siglo XVII fue marcado por la dominación del materialismo sobre el espiritualismo. Durante el mismo siglo en Francia nace el racionalismo, encarnado por Descartes, que se difunde por todo Europa basado en que el punto de partida no eran los sentidos sino el espíritu humano. Más tarde el empirismo inglés, como se ha expresado anteriormente, se opone a la metafísica francesa. Descartes instala el racionalismo, la autonomía de la razón, en Europa continental. Luego el empirismo se extiende por Europa durante los siglos XVII y XVIII en donde Hume recibió la fuerte influencia de la ciencia newtoniana y de la aplicación experimental al estudio de la naturaleza humana, lo que sin duda alguna genera como producto el gran contraste entre una visión filosófica y otra. Descartes es el creador de un método científico deductivo, con fundamentos metafísicos durante la época moderna mientras que Hume lleva al empirismo a sus últimas consecuencias cuyo escepticismo se opone al racionalismo y el poder de la razón reconociendo los límites de ésta.