Bienvenidos

"Educar... hermosa palabra que algunos utilizan para instruir al rebaño y que pocos utilizan para inspirar"


13/5/07

Deshumanización, soledad y rebeldía:

Cólera, ira, repulsión, náuseas, decadencia, hastío son solo efímeras palabras que definen un extraño proceso de mi ser. Miro a mí alrededor sin sentir nada en lo absoluto, ni el dejo de apacibles besos ni el abrazo íntimo de amigos. Un torbellino me priva de la existencia cuyo sentido no posee axioma, careciendo de lógica, de un cauce natural. El hastío que siento por el mundo se amplía, se alimenta de mi retroceso. Nada me es impresionante, ni talantes, ni mímicas, ni palabras. Las palabras se desvanecen, perdiendo sentido, dejando de funcionar en una totalidad inimaginable. Transito entre una multitud acongojada sin modificar mínimamente mi ruta, observando con desprecio a quienes pasan junto a mi, siendo parte de esa decadencia. La deshumanización me asalta, mi única función es respirar, cada trozo de pan pierde día a día su clásico sabor, cada copa de vino ya no posee aroma.

La eterna duda de levantar el teléfono, de comenzar algún tipo de comunicación con aquellos que solo observan una identidad engañosa, algo ilusorio, mi propia creación. Aquellas caretas utilizadas una y otra vez en cientos de ocasiones desgastándose cada vez más hasta llegar al punto de lo obsoleto, la inutilidad máxima de todas ellas. La persistente y absurda soledad, aquella sumisión traducida en cadenas emocionales, fragilidad, y miedo a desafiarme a mi mismo. Busco a mí alrededor a intrascendentes sujetos que puedan continuar junto a mí el viaje extenso y absorto hacia casa con solo un objetivo: Evitar vencerme a mí mismo.

Frente a aquel hastío, aquel desencanto deslumbrante del mundo aparente que se nutre de mí día a día, solo veo una salida, la calzada más pedregosa de todas: La rebeldía, dulce rebeldía. Siendo realista: La agridulce rebeldía, aquel sendero tortuoso y borroso al comienzo, cuyo objetivo es desgarrar, quebrantar, descuartizar el cuadro lúgubre y luctuoso de lo cotidiano, lo uniforme, lo que debemos, sin efugio alguno, consentir con alguna clase de resignación.

La existencia es algo que no vislumbro, una vereda, vía, trocha, senda en donde cada otro transita fatigado y macilento por completo, hacia una extraña dirección impuesta desde el absoluto inicio y que excluyo completamente. Rechazo esos arquetipos mientras camino con sopor entre el gentío adormecido, lánguido y cloroformizado. El camino es cada vez más fatigoso y más aún siendo una consciencia foránea a la multitud. Continúo avanzando estancando la mirada en aquellos que transitan junto a mí, observando con especial atención los dobleces exacerbados de su piel, su dentadura pintarrajeada y oscurecida por el tabaco, aquella composición extraña de humo y café barato, insomnio, placebos, luces que prenden y apagan, alcohol y mil y un mecanismos utilizados para tolerar la sórdida existencia, sórdida por ser encaminados a través de un sendero sin opción alguna. Continúo avanzando entre el hedor de aquellos que transpiran por la tensión de cuentas, préstamos e hipotecas. Continúo avanzando, analizando las millaradas de filas de que gente que camina hacia aquella dirección desconocida, sin que nadie pregunte ¿Por qué?, sin que nadie cuestione y que si eventualmente llegase a hacerlo, llegando a la próxima esquina, lo olvidará como si jamás hubiese penetrado su mente vejada. Continúo avanzando sin ver coloraciones, sin concebir esencias de curiosa naturaleza y agradables al deleite humano. De ponto comienzo a escuchar lo que ocurre a mis alrededores, pero el detalle es que nada oigo, solo el vació de las calles interminables, los pasos al unísono. Continúo avanzando entre la multitud que jamás duerme, que jamás reposa. Moral, normas, paradigmas, modelos, sistemas, cientos de conceptos que asimilamos desde momentos previos a nacer y que por otra parte algunos serán eternamente desconocidos, o bien, se nos prohibirá conocer como cavilar, cuestionar, contribuir, modificar, inquirir, analizar, oler, auscultar, sentir.

Continúo avanzando solo con pretensiones de correr, pero me es difícil en demasía, invadiéndome una extraña sensación difícil de explicar, algo análogo a jadeo y profundos deseos de derramar lágrimas prohibidas. Continúo avanzando, pero algo extraño ocurre, un fenómeno que lentamente confronto con gran extrañeza, algo que no había percibido antes. Noto que mis pasos son muy divergentes a los de la gran multitud, aquellos pasos ajenos dados eternamente, por días y semanas completas sin intención de detenerse jamás. Comienzo a tomar posesión de mi cuerpo, consciencia de mis sentidos, la exaltación de ellos. Continúo avanzando, pero con el absoluto saber de hacerlo en dirección totalmente opuesta a la gran masa y he comenzando poco a poco a viajar evadiendo a millones que detienen mis pasos. Quizás comienzo a asimilar un concepto anónimo para mí, quizás no había asociado antes rebeldía con un marchar diferente, quizás siempre he caminado en dirección opuesta y tan solo no había decidido el continuar hacia oriente aunque el viaje sea solitario, pero ahora que observo todo con mayor claridad, diviso a alguien más en dirección opuesta pero más adelante, si, creo que intentaré alcanzar a ese alguien avanzando en mi misma dirección, alguien tan agotado como yo, ausente en el aula de lo cotidiano.