"Mujer espiga, flor, camino, pensar es altamente femenino. Hay en tu pecho dos manantiales fusiles blancos y no anuncios comerciales"
Anapaola, 17 años, Cochabamba.
De pronto un hombre cabizbajo, un poco tullido, de tez morena, de unos ochenta años, vistiendo un sucio traje gris, alpargatas rotas y un gorro altiplánico se acerca pidiendo dinero solo para comer. Lo miré tristemente, solo quedaba encoger mis hombros y asentir con una falsa sonrisa que nada tenía, ocultando la impotencia y el hastío por lo kafkiano que resultó ser aquella situación. Más tarde, antes de continuar mi viaje y apagar mi cigarrillo me atreví a enfrentar la mirada de aquel hombre de octogenaria sabiduría y a tocarle el brazo amistosamente, quizás para trasmitirle mis confusos pensamientos en aquel instante; por más inútil que haya podido ser. Aún así, mi mensaje fue recibido y luego aquel hombre golpeó mi espalda suavemente. Subí al bus y nunca más lo vi. Paz
Anapaola, 17 años, Cochabamba.
De pronto un hombre cabizbajo, un poco tullido, de tez morena, de unos ochenta años, vistiendo un sucio traje gris, alpargatas rotas y un gorro altiplánico se acerca pidiendo dinero solo para comer. Lo miré tristemente, solo quedaba encoger mis hombros y asentir con una falsa sonrisa que nada tenía, ocultando la impotencia y el hastío por lo kafkiano que resultó ser aquella situación. Más tarde, antes de continuar mi viaje y apagar mi cigarrillo me atreví a enfrentar la mirada de aquel hombre de octogenaria sabiduría y a tocarle el brazo amistosamente, quizás para trasmitirle mis confusos pensamientos en aquel instante; por más inútil que haya podido ser. Aún así, mi mensaje fue recibido y luego aquel hombre golpeó mi espalda suavemente. Subí al bus y nunca más lo vi. Paz