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"Educar... hermosa palabra que algunos utilizan para instruir al rebaño y que pocos utilizan para inspirar"


3/10/07

Ella desnuda, ella desnuda, ella con fiebre, ella con tos

Con gran torpeza ella se quitó la parte superior del pijama y con gran maniobrabilidad ella mojaba los paños en agua con alcohol para disminuir su fiebre. Con lentitud ella se recostó sobre la cama, presa de un estado febril. Las mejillas rojas ardían y el abdomen caliente manifestaba la expresión de una fuerte gripe.

Ella colocó el paño frío sobre su frente con delicadeza, mientras ella vibraba al son del choque entre las temperaturas. Solo se había quitado la parte superior del pijama, visibles los paños en el abdomen que la retorcían de dolor óseo. Un paño sobre los pechos, los paños sobre cada articulación, los paños en las axilas, los paños en la pelvis.

Ella acariciaba con gran destreza. Paños en la nuca y sobre las mejillas. La fiebre la hacía lenta e indefensa. Ahí, recostada sobre la cama, yacía pálida, amarilla de tanto sedante que desgarraba su sistema digestivo entero.

Ella colocaba los paños fríos bajo las rodillas con sumo cuidado y entonces su pelvis descubierta se contrajo y las rodillas fueron rotas. La garganta bloqueada y el frío caliente la poseyeron. Se encontró completamente desnuda, caliente y con frío. ¡Fiebre!, ¡Mi cabeza!, ¡Mi garganta!, ¡Mis huesos!, ¡Mi estómago!

Que dulce fue sentir los paños helados haciendo contacto con la barriga febril. Que dulce fue encontrarse desnuda e indefensa sobre el colchón bermellón. Que fulgorosa fue esa gota de agua que recorrió los labios carnosos, pasando por la barbilla, el cuello y posándose en medio de sus dos espadas carmesíes. Ella lanzó un beso, ella calló, cayó. Ella desnuda, ella desnuda, ella besando, ella besando, ella febril, ella tosiendo.

Durante la noche todo fue diferente. Ella colocó las compresas frías con bestialidad, sin delicadeza o feminidad. Ella observaba los libros de su cuarto con recelo, miraba las máscaras con desagrado y las antiguas consignas con odio. Fijó su vista en la máscara de ojos delineados y labios con relieve intentando develar sus cimientos.

Ella fingió no ver, ella fingió estar bajo las compresas frías, lidiando con la fiebre. Ella colocaba las compresas con bestialidad, presionando la cabeza y la cuenca de los ojos hasta hundir la almohada marcando la silueta del cráneo por completo. Ella era observadora, ella era simple, ella había llorado, ella había amado.

Era medianoche y calculaba que su estómago había almacenado unas seis pastillas durante el día, sin contar el jarabe de horrible sabor. Ella estaba completamente sedada, lenta, drogada y sumisa aparentemente. Según ella, así lucía más cercana, más amable, más afectuosa. Según ella, perdía el carácter dominante, sarcástico y apasionado.

Dos pastillas a las diez treinta, una pastilla a las dieciséis treinta y tres a las veintidós treinta más el jarabe y las compresas nuevamente. De todas maneras podría asegurarles que ella sintió más y menos fiebre durante la mañana, desnuda sobre su cama. Mientras ella colocaba paños fríos en su espalda, relajando la tensión muscular, oliendo a alcohol, oliendo a medicinas. Durante la mañana la fiebre alcanzó su máximo punto y a la vez el mínimo, durante las once. Ella desnuda, ella desnuda, ella con fiebre, ella con tos. Solo se que ellas eran idénticas y que ellas distintas.