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"Educar... hermosa palabra que algunos utilizan para instruir al rebaño y que pocos utilizan para inspirar"


8/9/07

Adán, Eva y Hesse

Imaginemos por un segundo que soy una fuente, pero no una fuente común, receptora de falsas historias y relatos comunes a lo contemporáneo, sino una fuente llena de sangre vivaz, extremadamente roja y cristalina. Imaginemos que te acercas entre los edificios cautelosamente. Tu objetivo: Beberme lentamente.

Desde la más grande creación he seguido mi destino. La colectividad añeja me ha llevado únicamente a la individualidad irremisible. He sido bebido durante estos últimos días de la forma más delicada.

Los grandes maestros se diezman ante el huracán de mi curiosidad. No creo en las casualidades, sino en la búsqueda del destino. Eva ha sido la guía que portan mis hojas hace ya un tiempo. Es curioso, pero siento en cada callejón la presencia de Adán y Eva, ambos con el tatuaje en sus frentes. No soy superior o afortunado, tan solo he descubierto la señal de Caín sobre mi frente que continúa delineándose. Días de reflexión se viven, días de soledad involuntaria a la que ya me he acostumbrado, a la que me he vuelto acostumbrar en solo horas. El compasivo, el herido y el extraviado son algunos de los papeles que me han guiado hasta ustedes dos. ¿Acaso recibiste tú, Adán, mi llamado desde el sol? Si, mi espíritu necesitaba auxilio, pero creí que sería demasiado humano llamar tan explícitamente ¿A qué viniste? ¿Fue acaso tan poderoso mi grito tácito?

A pesar de todo acudiste a mi presencia entre la colectividad apagada ansiosa por el mar. ¡Qué feliz fui!

Quizás aún no entiendes Adán que junto a mi compañía las defensas son innecesarias, ¿Olvidaste acaso que llevamos la misma marca?

Demian dejará a Demian reflexionar mi querido Hesse. Demian reflexionará puesto que me es imperioso continuar vulnerando el cascarón, mi propio cascarón.

Olvidaba que ahora eres compasivo y piadoso ¿Cómo? ¿Luego de nuestra última cena?

Herman Hesse estaba en lo correcto. Cada uno debe buscar el camino que lo guíe a sí mismo, buscar su propio destino. La colectividad añeja, es decir, el instinto gregario, el rebaño o la manada, convocan a la individualidad. Quizás las cosas han cambiado desde las Dos Grandes Guerras. Ya la colectividad como refugio ha caducado. Eva me reveló otro de sus secretos en tu ausencia y deslumbrantes ante mi incrédula seguridad, para mi trágico desenlace. Si analizamos el mundo que nos rodea ¿Podemos establecer la presencia absoluta de la soledad si consideramos su significado etimológico? Las comunicaciones y la tecnocracia aseguran fielmente la constante cercanía y compañía de lo que deseemos. Sin embargo, la colectividad colosal de antaño se desgasta. La colectividad se dispersa. El resultado: La individualidad enajenada. Si bien antes podían ser ellos rumiantes fáciles de guiar, pero que se comunicaban entre sí con el único propósito de un mundo mejor reproduciendo lo permitido, ahora vuelve a ser el mismo grupo de rumiantes cuya única diferencia radica en que sus cuerdas vocales han desaparecido. Es mejor la individualidad enajenada, pasar el dominio de nuestro destino a otro. Es mejor la colectividad alienada, el generar obligaciones morales. ¿Acaso no existe ningún otro camino? Naturalmente, la individualidad es el camino, el camino hacia sí mismo. No obstante, la individualidad elemental debiese buscar el equilibrio entre lo masculino y lo femenino, lo divino y lo demoníaco. Abraxas, Mishima, Demian, Juana de Arco.

La diferencia radica en esto: Un empleado bancario, solitario, que bebe cerveza en abundantes cantidades el fin de semana, que trabaja de lunes a viernes hasta poco después de las ocho de la noche, víctima de las inclemencias urbanas y que aún así cumple a cabalidad los ritos de su trabajo como algo sagrado, genera sustento para una familia circunstancial. En efecto, se es llamado necesariamente a la individualidad, pero también a una clase de enajenación.

¿Las discotecas no logran ahuyentar tu soledad? El ser colectivo huye de la soledad, el individuo enajenado duerme bajo ella imperceptiblemente, nosotros, los marcados por la chispa de rayos, llegamos a cortejarla e incluso besarla.

Son tan pocos los que llevan la señal, tan pocos de los que puedo aprender diariamente, tan limitados numéricamente. Agradezco infinitamente a quienes me han revelado sus propios jardines secretos. Algunos de ellos ya están ad portas de la muerte, otros recién comienzan a poner en práctica sus talentos, perfeccionándolos. No conozco todos los secretos que se esconden tras la muralla, pero siento aún el martillo entre mis manos transpiradas, golpeando los barrotes. Todo es calma y ya son suficientes los que ya he derribado, pero deben saber que el apetito provoca también una sed categórica.

Hay quienes enseñan solo por el acrecentamiento de su diminuto ego. Admito que la terapia cumpliendo el rol de educador da excelentes resultados. Hay quienes enseñan bajo el yugo de la colectividad. Abuelos compasivos que no pueden reconocer la señal, que tampoco la poseen. Pobres mártires, gente “buena” para dicha colectividad, personajes que desean la paz mundial intentando evangelizar la tierra. Desconocen que el mundo avanza hacia su destrucción sin prórroga alguna. Debemos reconoces que es admirable la entereza del mártir, la consecuencia de sus acciones, la mancha de sangre en la historia, pero amigos míos, prefiero en cada caso la coherencia solitaria. Hay por último quienes enseñan soledad, quienes poseen en la frente el grabado de la superioridad y debo aceptar me es un tanto extraño el que sean hasta ahora solo mujeres ¿Dónde están los falsos amuletos machistas? Al mismo tiempo quienes poseemos el grabado sabemos reconocernos, llamarnos y solo una vaga entrada al salón es suficiente para distinguirse. Hay quienes enseñan soledad y solo a quienes ostentan la marca acariciando los cabellos del estudiante patentado por el destino que escoge. ¿A quién más podrían ellos enseñar? Mis contemporáneos son un ganado difícil de divisar que cada día se evapora en el horizonte.

La primera vez que percibí la marca en otro, la mía era casi imperceptible. Solo un año de huracanes me tomó levantar la cabeza altiva luciendo la marca de Caín al estilo de los pavos reales. El deseo ferviente de enseñar lo que había ya deducido me llevó a caminos enamoradizos, superfluos y fugazmente agradables. Conclusión: Los bebés no son lo mío. La marca de Caín se lleva en la frente, si no se lleva consigo mismo se es imposible obtenerla, es decir, me fue imposible grabarla en otro ¡Cómo no haberlo visto antes! No somos vacas que se exportan, que se pueden estampar con nuestro propio sello.

He notado la diferencia entre los beatos y los parricidas. En un salón repleto de animales el beato será ignorado, vejado y aniquilado porque así lo desea, mientras el asesino disfruta del silencio que marca con el ritmo de su paso espontáneo. Todos suelen verlo con recelo y de una forma morbosa. Si, somos parricidas, me enseñan parricidas y mi compañía es la de un parricida. Dios ha muerto, nuestros ancestros y la historia han muerto, la propia casta ha muerto, algunos maestros mueren con el tiempo y solo los altos pueden ubicarse de forma privilegiada en las butacas de nuestra sala de entrenamiento.

Así ha sido la historia del maestro célibe, del asesino, del solitario amarrado, del pastor añejo, de ustedes los solitarios criminales, de nosotros, sus aprendices.

Las imágenes de Cristo y el Che Guevara atestiguan la comercialización de la colectividad ya perdida ¡Se ha llegado a vender la colectividad alienada a los individuos enajenados! ¿Hacen ellos algo por recuperar su colectividad pasada, añorada al mismo tiempo? Es curioso, pero deben creer que una imagen bastará para conocerse a sí mismo.

Lo gracioso es que la tragedia continúa y el mundo avanza hacia la hecatombe. ¿A quién le interesa mejorar la especie? ¿A quién le importa cambiar el mundo, si éste, ya tiene fecha de vencimiento?

Luego, vi una nueva tierra y un nuevo paraíso, pero esta vez el trono había desaparecido. Esta vez Dios no habitaba con los hombres. La muerte sería vencida, la historia marcada y cada loco se entretendría con su propia demencia. Lo que aquí se ha dicho, cuestiónelo el hombre.